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LA TRIPOLARIDAD MUNDIAL Y EL TRATO DE FACTO CON EL RÉGIMEN ..por JESUS PUERTA.2 DE FEBRERO

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La deportación en masa de latinoamericanos en Estados Unidos, con el estigma de ser
todos criminales, subhumanos, comedores de mascotas, narcotraficantes, la expulsión
hecha con la brutalidad de un Homero Simpson nazificado, que emula la persecución de
los judíos, gitanos, polacos, homosexuales y comunistas en la Alemania de los treinta, es
tan solo un avance del nuevo reparto del mundo propio de la actual etapa imperialista
que se ofrece a la vista de muchos conmovidos admiradores del “American Way of Life”
que esperan, siempre esperan, del gran poder del Norte, “una ayudaíta”. Por supuesto
que es racismo de la peor estirpe nazi lo que ha desatado Trump. Es persecución
indiscriminada de los migrantes, especialmente latinoamericanos, particularmente
venezolanos, nicaragüenses, centroamericanos en general, haitianos, mexicanos, etc.,
para detenerlos, expulsarlos, después de haber vapuleado su dignidad con la calumnia, sin
reparar en la tragedia humana de una población que no consigue en ninguna parte una
vida digna de ser vivida.
Pero no pensemos que son únicamente los blancos supremacistas norteamericanos los
impulsores de este desastre cuya única motivación solo puede ser el odio. Por un lado,
priva la mentalidad de la “limpieza étnica” que se aplica también a proponer la
deportación de los palestinos de sus tierras milenarias, después del proceso de exterminio
sistemático de la entidad sionista. Por otro lado, es la recuperación histérica de
enunciados imperiales como el “Destino Manifiesto” y la “Doctrina Monroe”, historia que
se expresa en anécdotas locales, por ejemplo, en la competencia a ver quién es más duro
entre la Asamblea Legislativa y el gobernador de Florida. Pero no se trata de la reedición
de una historia ya contada. Ni siquiera se trata de un Truman o un “Big Stick”
reencauchado. Se trata de un nuevo reparto del mundo con la promesa de “un mundo
multipolar” (cuando mucho tetrapolar). La mentalidad imperial es compartida por otros
nostálgicos que también quieren “hacer grande (léase aquí Rusia, China, Turquía, Israel,
Alemania, Francia, Italia, etc.) otras vez”. Como dijo el filósofo Dugin, asesor de Putin hace
poco, se trata de “Make (el largo etcétera) again”.
Veamos más de cerca el planteamiento de Dugin. No olvidar que este filósofo geopolítico,
ideólogo de la recuperación del Imperio Ruso bajo la conducción de Putin, convocó a
hacer una gran alianza antiliberal (no anti-neoliberal: eso es diferente) y anti “occidental”,
basado en las tradiciones morales (¡el sexo, siempre el sexo!) y religiosas (como la Iglesia
Ortodoxa Rusa). Lo curioso es que, con su concepción, esa alianza, que es la de la llamada
“ultraderecha” europea, rusa, norteamericana e, incluso, islámica, tiene como horizonte
una “tripolaridad” conformada por MAGA (“Make America Great Again”, o sea, Trump),

MEGA (“Make Europa Great Again”), o sea los futuros gobiernos de ultraderecha de
Europa, los neofascistas alemanes, franceses, italianos, turcos) y el MRGA (“Make Rusia
Great Again”). Se trata de un nuevo reparto del mundo, desplazando la unipolaridad
norteamericana de principios de siglo (caracterizados por Dugin como “izquierda liberal”
¡uff!), por una “Ecumene Cristiana Tripolar”. Dice el asesor de Putin: EEUU, Europa y Rusia
no debieran ser enemigos; hay que ir hacia “una coexistencia dinámica”.
En un horizonte así, por supuesto, América Latina seguirá siendo el “Patio trasero” de
Estados Unidos, sin discusión por parte de las otras potencias de la “Ecumene tripolar
cristiana”. Ni el CELAC pudo llegar a un acuerdo para rechazar el trato a los migrantes de
la región. Las cenizas del Coronel Aureliano Buendía se siguen agitando de indignación. Lo
de Dugin supone la simpatía entre Trump y Putin. Pero también queda explicado el
renovado “aislacionismo” norteamericano. Hace poco, Marco Rubio, Secretario de Estado
de Trump, declaró: “Fue una creencia loca de Biden convertir a EEUU en líder del mundo.
No es normal que en el mundo haya un poder unipolar (…) La misión de la política exterior
estadounidense es promover el interés nacional de los Estados Unidos. Es lógico que los
chinos, los rusos, etc. hagan lo propio. Allí donde nuestros intereses coincidan, se darán
alianzas. Allí donde no coincidan, se hará pertinente el trabajo de la diplomacia para
prevenir el conflicto”.
Más adelante, Rubio afirmó “la agenda del Pentágono comienza cerca de casa”, o sea,
América Latina y el hemisferio en general. En la jerarquía de sus temas, se encuentran en
primer lugar, los flujos migratorios que supuestamente Biden estimuló. Y, para esto, se
aplicará una técnica conductista: palo con los que no colaboren o se resistan;
recompensas para los que colaboren. Nada de “ideologías utópicas” (¿la democracia?).
Dentro de esto, está el problema de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela “que
han introducido el “caos” y la presencia de China en zonas sensibles como el Canal de
Panamá (cosa que no es tan cierta).
No lo mencionó (y esto es curioso; despierta suspicacia), pero la presencia china en la
región se siente con mayor fuerza en Brasil, Perú (el propio Xi Jing Pin acaba de fundar un
megapuerto en aguas del Pacífico), México (ya castigado con aranceles de sus productos)
y en casi todas las otras naciones, donde los asiáticos han venido haciendo grandes
inversiones de miles de millones de dólares. Apenas en noviembre del año pasado, el
gobierno brasileño expuso las cinco rutas de integración de la región con China, que
reducirían el coste de transporte de mercancías de Brasil, sus vecinos y China: la “isla
Guayana”, la “multimodal Manta-Manaus”, el “cuadrante de Rondón”, la “Capricornio y
“Porto Alegre-Coquimbo”.

Varias ideas claves pueden sacarse en limpio de este recorrido. Primero, la política
norteamericana ya no es (si es que alguna vez lo fue) la de la “promoción de la
democracia”, sino la de imponer sus intereses. Los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela
son molestos porque han introducido un “caos”, que puede resolverse con el tratamiento
del garrote y la zanahoria, en función de los objetivos concretos a los que se le da
prioridad: migrantes y presencia china. Pero el asunto chino no es fácil. Ya con la nueva
Inteligencia Artificial asiática, la Deep Seek, la computación cuántica y los desarrollos de la
energía de fusión (la construcción de un sol artificial ¡Una guará: una fuente inagotable de
energía!), parece que los chinos han tomado la delantera en la cuestión tecnológica. Pero
la pelea es peleando.
Estados Unidos ya ha anunciado que buscará un acuerdo con Putin para resolver el asunto
Ucrania, debilitando la OTAN, en sintonía con los partidos de la llamada “ultraderecha”
europea. Ya no es objetivo norteamericano ser el “líder del mundo”. El horizonte es un
“nuevo orden de civilizaciones”, entendido, bien a la manera de Dugin, colocando las
tradiciones religiosas de primero, y visualizando una “ecúmene cristiana”, un mundo
islámico y demás; o, como antes lo concibiera aquel tratadista geopolítico norteamericano
de los 90, Samuel Huntington, quien concibió un planeta repartido entre seis
“civilizaciones”: occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú y eslava ortodoxa. La
africana y la latinoamericana quedaban como los pendejos que, como dice el dicho, el que
lo agarre es de él.
La Administración Trump parte de que, desde hace mucho tiempo, somos de ellos.
Venezuela, o mejor dicho, Maduro, es solo una especie de ácaro fastidioso. Dice: “ya
veremos qué hacemos con eso”. Mientras tanto, sigue el desconocimiento formal de
Maduro como presidente y la picadita de ojos para que dejen quieta a MCM en sus redes
sociales y a EGU con sus viajes; la renovación de la licencia de Chevrón, fuente importante
de recursos para el madurato; el trato de facto con el régimen de facto para resolver el
tema de la migración y la suerte del “Tren de Aragua”. Como mencionaba hace poco
Emiliano Terán: el amigo común de Trump y Putin es Maduro. El gringo ha pensado (y lo
ha dicho) que su idea es distanciar a China de Rusia, porque su problema principal son los
asiáticos. Estos están entusiasmados con el megapuerto en Perú y las autopistas y trenes
que, a través de Guyana, le dan salida al Caribe a su amiga Brasil. Habrá que llegar a un
acuerdo. Y si no, garrote con ellos.
Los prochinos como que no tienen futuro en el PSUV.

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