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TRUMP Y LA RUSIA DE PUTIN..Peter Baker.23 FEBRERO.

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El mandatario da un giro en la política exterior de Estados Unidos

Occidente ha vuelto a enfrentarse al Este por más de una década, en lo que muchos han llamado una nueva guerra fría. Pero con la vuelta al poder del presidente Trump, Estados Unidos da la impresión de que podría estar cambiando de bando.

Incluso cuando los negociadores estadounidenses y rusos se sentaron juntos el martes pasado por primera vez desde la invasión de Moscú a Ucrania hace casi tres años, Trump ha dado a entender que está dispuesto a abandonar a los aliados de Estados Unidos para hacer causa común con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

Para Trump, Rusia no es responsable de la guerra que ha devastado a su país vecino. En cambio, sugiere que Ucrania es culpable de que Rusia la invadiera. Escuchar a Trump hablar con los periodistas el martes sobre el conflicto fue oír una versión de la realidad que sería irreconocible sobre el terreno en Ucrania y, desde luego, nunca se habría oído de ningún otro presidente estadounidense de ningún partido.

Según la versión de Trump, los dirigentes ucranianos fueron culpables de la guerra por no aceptar ceder territorio y, por tanto, sugirió, no merecen sentarse a la mesa de las conversaciones de paz que acaba de iniciar con Putin. “Nunca deberían haberla iniciado”, dijo Trump, refiriéndose a los dirigentes ucranianos, quienes, de hecho, no la iniciaron. “Podrían haber llegado a un acuerdo”.

Hablando en su casa de Mar-a-Lago, en Florida, prosiguió: “Ahora tienen un liderazgo que ha permitido que continúe una guerra que ni siquiera debería haber ocurrido”. En cambio, Trump no pronunció ni una sola palabra de reproche a Putin ni a Rusia, que invadió por primera vez Ucrania en 2014, libró una guerra de baja intensidad contra ella durante los cuatro años del primer mandato de Trump y luego la invadió en 2022 con el objetivo de apoderarse de todo el país.

UN CAMBIO SORPENDENTE

Trump está ejecutando uno de los cambios de dirección más sorprendentes de la política exterior estadounidense en generaciones, un giro de 180 grados que obligará a amigos y enemigos a recalibrarse de formas fundamentales. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una larga fila de presidentes estadounidenses vio primero a la Unión Soviética y luego, tras un breve e ilusorio interregno, a su sucesora Rusia como una fuerza de la que, como mínimo, había que desconfiar. Trump da toda la impresión de considerarla una colaboradora en futuras empresas conjuntas.

Deja claro que Estados Unidos ha terminado de aislar a Putin por su agresión no provocada contra un vecino más débil y la matanza de cientos de miles de personas. En su lugar, Trump, quien siempre ha sentido un desconcertante cariño por Putin, quiere readmitir a Rusia en el club internacional y convertirla en uno de los principales amigos de Estados Unidos.

“Es un vergonzoso cambio de rumbo de 80 años de política exterior estadounidense”, dijo Kori Schake, quien es directora de estudios de política exterior y de defensa en el American Enterprise Institute y fue asesora de seguridad nacional del presidente George W. Bush.

“A lo largo de la Guerra Fría, Estados Unidos se negó a legitimar la conquista soviética de los Estados Bálticos, y animó a los pueblos que luchaban por su libertad”, continuó. “Ahora estamos legitimando la agresión para crear esferas de influencia. Todos los presidentes estadounidenses de los últimos 80 años se opondrían a la declaración del presidente Trump

CHINA, LA AMENAZA

En el círculo de Trump, el giro es un correctivo necesario a años de una política equivocada. Él y sus aliados consideran que el costo de defender Europa es demasiado elevado, dadas otras necesidades. Desde este punto de vista, llegar a algún tipo de acuerdo con Moscú permitiría a Estados Unidos traer a casa más soldados o desviar los recursos de seguridad nacional hacia China, a la que consideran “la mayor amenaza”, como dijo el secretario de Estado Marco Rubio el mes pasado.

El cambio de rumbo estadounidense ha sido ciertamente marcado durante la última semana. Apenas unos días después de que el vicepresidente JD Vance vilipendiara a los aliados europeos, diciendo que “la amenaza desde dentro” era más preocupante que Rusia, Rubio se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi V. Lavrov, y habló de “las increíbles oportunidades que existen para asociarse con los rusos” si simplemente pudieran deshacerse de la guerra de Ucrania.

No había dirigentes ucranianos en la sala de la reunión, celebrada en Ria, Arabia Saudita, y mucho menos otros europeos, aunque Rubio llamó después a varios ministros de Asuntos Exteriores para informarles. En cambio, según todas las apariencias, se trataba de una reunión de dos grandes potencias que se repartían zonas de dominio como un Congreso de Viena o Conferencia de Yalta modernos.

Trump considera desde hace tiempo a Putin como un compatriota, un actor fuerte y “muy astuto” cuyo esfuerzo por intimidar a Ucrania para que hiciera concesiones territoriales fue poco menos que “genial”. Putin, a sus ojos, es alguien digno de admiración y respeto, a diferencia de los líderes de aliados tradicionales de Estados Unidos como Alemania, Canadá o Francia, por los que muestra desprecio.

De hecho, Trump se ha pasado el primer mes de su segundo mandato engañando a los aliados, no solo dejándolos fuera de las incipientes conversaciones sobre Ucrania, sino amenazándolos con aranceles, exigiéndoles que aumenten su gasto militar y haciendo reclamos sobre partes de sus territorios. Su mecenas multimillonario, Elon Musk, ha apoyado al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania públicamente.

“Por ahora, los europeos ven esto como si Trump normalizara las relaciones con Rusia mientras trata a sus aliados, los europeos, como personas en las que no se puede confiar”, dijo Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, una consultora internacional. “Apoyar a la AfD, que los dirigentes alemanes consideran un partido neonazi, hace que Trump parezca un adversario de la mayor economía de Europa. Es un cambio extraordinario”.

Trump prometió durante la campaña que podría poner fin a la guerra de Ucrania en 24 horas, cosa que no ha hecho, y de hecho dijo que traería la paz a Ucrania incluso antes de su toma de posesión, cosa que tampoco ha hecho. Tras una llamada telefónica de casi 90 minutos con Putin la semana pasada, Trump encargó a Rubio y a otros dos asesores, Michael Waltz y Steve Witkoff, que prosiguieran las negociaciones.

Las concesiones que Trump y su equipo han propuesto parecen una lista de deseos del Kremlin: Rusia se queda con todo el territorio ucraniano del que se apoderó ilegalmente por la fuerza. Estados Unidos no proporcionará a Ucrania garantías de seguridad, y mucho menos le permitirá entrar en la OTAN. Se levantarán las sanciones. El presidente ha sugerido incluso que Rusia sea readmitida en el Grupo de las siete grandes potencias, tras haber sido expulsada por su incursión original de 2014 en Ucrania.

¿A qué tendría que renunciar Putin para llegar a un acuerdo? Tendría que dejar de matar ucranianos mientras se embolsa su victoria. Trump no ha destacado otras concesiones en las que insistiría. Tampoco ha dicho cómo se puede confiar en que Putin cumpla un acuerdo, dado que violó un pacto de 1994 que garantizaba la soberanía ucraniana y dos acuerdos de alto al fuego negociados en Minsk, Bielorrusia, en 2014 y 2015.

La evidente fe de Trump en su capacidad para cerrar un trato con Putin desconcierta a los funcionarios de seguridad nacional veteranos que han tratado con Rusia a lo largo de los años.

“Deberíamos hablar con ellos del mismo modo que hablamos con los dirigentes soviéticos durante la Guerra Fría”, dijo Celeste A. Wallander, quien trató asuntos relacionados con Rusia y Ucrania como secretaria adjunta de Defensa del presidente Joseph R. Biden Jr. “Que es que no te fías de ellos”.
“Cuando haces negociaciones”, continuó, “las haces con la presunción de que las violarán. Tratas de encontrar intereses coincidentes, pero reconoces que nuestros intereses están fundamentalmente en conflicto y que estamos tratando de manejar a un adversario peligroso, no de convertirnos en mejores amigos”.

Hablando con los periodistas el martes, Trump dio a entender que sí consideraba amiga a Rusia, pero no a Ucrania. “Rusia quiere hacer algo”, dijo. “Quieren detener la barbarie salvaje”.Trump expresó su consternación por la matanza y la destrucción causadas por lo que llamó una “guerra sin sentido”, comparando las escenas del frente con la batalla de Gettysburg, con “partes de cuerpos por todo el campo”. Ucrania, dijo, estaba siendo “aniquilada” y la guerra tenía que terminar. Pero no dijo quién estaba aniquilando a Ucrania, dejando claro que culpaba a sus propios dirigentes y desestimando su insistencia en formar parte de cualquier negociación.

“He oído que están molestos por no tener un asiento”, dijo Trump. “Bueno, han tenido un asiento durante tres años. Y mucho tiempo antes. Esto podría haberse resuelto muy fácilmente. Simplemente un negociador de medio pelo podría haber solucionado esto hace años sin, creo, sin la pérdida de mucho terreno, muy poco terreno. Sin la pérdida de ninguna vida. Y sin la pérdida de ciudades que están tiradas por los suelos”.

Repitió su afirmación de que la invasión no se habría producido si él hubiera sido presidente, ignorando el hecho de que las fuerzas patrocinadas por Rusia habían hecho la guerra dentro de Ucrania durante los cuatro años de su primer mandato. “Podría haber hecho un trato para Ucrania que les hubiera dado casi todo el territorio”, dijo sin explicar por qué no intentó negociar la paz cuando estaba en el cargo.

Como suele hacer, Trump aderezó sus comentarios con múltiples afirmaciones falsas. Entre ellas, dijo que, desde que empezó la guerra, Estados Unidos ha aportado a Ucrania el triple de ayuda que Europa. En realidad, según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, Europa ha destinado 138.000 millones de dólares, frente a los 119.000 millones de Estados Unidos. También vilipendió al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, diciendo más de una vez que “tiene un índice de aprobación del 4 por ciento”. De hecho, el índice de aprobación de Zelensky ha descendido desde las alturas estratosféricas que solía tener, pero solo a alrededor del 50 por ciento, lo que no difiere mucho del índice del propio Trump

Trump también se mostró de acuerdo con un tema de conversación ruso según el cual Ucrania debería celebrar nuevas elecciones para participar en las negociaciones. “Sí, yo diría que cuando quieran sentarse a la mesa, se podría decir que el pueblo tiene que… ¿no tendría que decir el pueblo de Ucrania, como, ya sabes, hace mucho tiempo que no celebramos elecciones?”, dijo. “Eso no es cosa de Rusia. Es algo que viene de mí y también de muchos otros países”. No dijo de qué otros países. Tampoco dijo nada sobre la necesidad de elecciones en Rusia, donde cualquier votación está controlada por el Kremlin y sus aliados.

Las declaraciones de Trump no estaban escritas y se produjeron en respuesta a preguntas de los periodistas. Pero reflejaron cómo ve él la situación y presagiaron los próximos meses. También enviaron nuevas ondas de choque a Europa, que está asimilando el hecho de que su principal aliado en la nueva guerra fría ya no se ve a sí mismo de ese modo.

“Algunos de los comentarios más vergonzosos pronunciados por un presidente en toda mi vida”, escribió en internet Ian Bond, director adjunto del Center for European Reform de Londres. “Trump se pone del lado del agresor, culpando a la víctima. En el Kremlin deben estar saltando de alegría”.

The New York Times

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