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  • Waraos: una cultura que resiste en la ciudad

    Waraos: una cultura que resiste en la ciudad

    El Estado venezolano convirtió a los indígenas waraos en un pueblo de migrantes forzados, como consecuencia de un continuum degradé de sus dinámicas de vida. En ella, se incumplen las leyes y se establecen políticas de marginalización. Ante esto, el establecimiento de comunidades de esa etnia en otras ciudades, dentro y fuera del país, ha significado su transculturización, para poder adaptarse y sobrevivir.

    Mariett Hamilton • 17 Junio 2025

    Cada desplazamiento del pueblo indígena warao tiene algo en común: parte de quienes son se queda en los caños del Delta del Orinoco, donde dejan estelas de su bien más valioso: su cultura.

    El inicio de la migración de los waraos se remonta a más de 50 años, con el cierre del caño Manamo, en 1965; la llegada de las empresas palmiteras y madereras de Winikina, entre 1979 y 1980; la epidemia del cólera, en 1991; y, más recientemente, el éxodo de más de siete mil indígenas a Brasil, a partir del año 2014.

    Sumado a estos hechos, Germán Pirela advierte que, a partir del año 60, se aplicaron políticas públicas que “lejos de fortalecer procesos culturales identitarios, más bien los debilitaron”. El antropólogo asegura que “llegado los 90, que es cuando entramos en este período político, vemos no solo unas políticas con fuertes impactos a nivel ambiental, sino unas políticas a nivel social, a nivel organizacional, que tienen una incidencia en la organización social de las comunidades que es muy grave y que la desmarca de lo que sucedió en el pasado”.

    Pirela considera que, desde 2005 en adelante, se produjo un “desmembramiento social, cultural y político progresivo dentro de la población warao”.

    Hoy, los waraos se despiden de sus caños buscando sobrevivir en tierra firme. Un gentilicio que se traduce como “gente de la canoa” o “gente de agua” vive ahora fuera de su lugar ancestral, en el estado venezolano Delta Amacuro, un espacio que comenzó a habitar hace al menos ocho mil años. En la actualidad, también se asientan en cuencas fluviales de Monagas y Sucre.

    La llegada a zonas urbanas representa para el pueblo warao una desvinculación con su territorio y el desarraigo parcial de elementos identitarios, como su vestimenta, gastronomía, bailes, rituales, cantos y más.

    Un idioma que prevalece en la ciudad

    Melquiades Ávila, un warao de 60 años, originario de la comunidad Bonoina, pensó que siempre permanecería allí, hasta que un día perdió a su hija de cuatro años, que enfermó repentinamente y falleció en 24 horas.

    “Yo amo mucho a mi comunidad, a mi gente; pero también mis hijos tienen derecho de llegar a un hospital, por lo menos. Tienen derecho a tener un médico”.

    Fue así como llegó a Tucupita, capital del Delta Amacuro. Ávila, quien es docente y periodista, sostiene que “nosotros, como pueblo indígena warao, nos identificamos por nuestro habla, nuestro idioma”.

    Asegura que “todavía, un 95 por ciento de la población indígena warao habla su idioma” y que “hay un sector reducido de la población que lo entiende, pero no lo habla”. No obstante, afirma que “aún tenemos una gran reserva de nuestro idioma”.

    Contrario a lo anterior, Eduardo (*), un warao que habita en una comunidad de Puerto Ordaz, considera que “a partir de que nos asentamos en una zona urbana, muchas de las tradiciones ancestrales que nos identifican las hemos perdido”.

    Además, declara que “hay algunas comunidades que están perdiendo esta cultura [de hablar el idioma]”, como es el caso de Cambalache. “Se han casado los indígenas con no indígenas y los no indígenas han tratado de que los warao no sigan transmitiendo esta cultura a través de sus hijos”. A su vez, surgen términos como “indio” para referirse despectivamente a los miembros del pueblo warao.

    El joven se define como un fiel defensor del warao, “para que no se pierda”.

    Eduardo coincide con Ávila en que la característica principal que los identifica es su idioma, pues “a pesar de que estamos en zonas urbanas, hemos mantenido esa tradición de transmitirlo de generación en generación”.

    El antropólogo Aimé Tillett destaca que “los waraos son todavía uno de los pueblos indígenas que más ha conservado un nivel importante de su habla; incluso, entre muchos hablantes monolingües, que solo hablan warao. Eso lo ves en las comunidades en el Bajo Delta”. Mientras existen otros pueblos que han perdido su idioma, “el caso warao no es, en ese sentido, el más grave”, enfatiza.

    Es relevante la preservación de este idioma y su riqueza lingüística porque se trata de “una lengua aislada, sin parentesco filológico conocido”, según explica Antonio Vaquero, en su libro Los Warao y la cultura del Moriche.

    En una visita a Cambalache en Puerto Ordaz, niños de la comunidad afirmaron no hablar warao

    Abandono de su territorio y costumbres

    Según la sociólogo Otaiza Cupare, miembro del equipo del Centro de Estudios Regionales de la Universidad Católica Andrés Bello, en Guayana, “no hablamos de pérdida total de la identidad, sino de desafíos que deben afrontar para conservar su identidad, sus costumbres”.

    Carla Pérez, abogada e investigadora en el Área de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del citado centro, resalta que el indígena desarrolla su cosmovisión e identificación con su entorno. “Si tú trasladas a los indígenas, no van a tener ese referente [del territorio]”.

    En el 2022, el capítulo Derechos de los Pueblos Indígenas del Informe Anual de Provea reveló que “el reconocimiento territorial, condición indispensable para la supervivencia física y cultural de los pueblos indígenas, continuó sin materializarse”.

    De acuerdo con el antropólogo Pirela, los warao son capaces de vivir una dualidad, pues salir de sus territorios “no implica que dejen de ser”.

    Eduardo, el joven warao, explica que la amenaza de la desvinculación con las tradiciones ancestrales se debe a que “la cultura tiene un significado muy apegado a la espiritualidad”, cuya conexión es dada por el territorio donde realizan sus rituales y la persona que los hace debe ser alguien con autoridad espiritual dentro de la comunidad.

    Una tradición desplazada es el Najanamu, festividad en la que se realizan bailes y ofrendas a su ser superior: el Ka Nobo. “Estando dentro de la ciudad no lo practicamos”, reconoce Eduardo. “Cuando se realiza dentro de una zona urbana, puede que a Ka Nobo no le guste y tenga una reacción inesperada”, comenta. Enviar una enfermedad es una de ellas.

    Ávila, el warao que ahora vive en Tucupita, agrega que “tiene que estar una persona apta (Wisidatu), que conozca la materia de solicitar el permiso religioso. Sin embargo, se ha violado ese principio”.

    “Vemos aquí, en Tucupita, en muchos actos culturales de la Gobernación, que los warao le cantan o hacen su baile, que uno ve inscrito fuera de orden”, agrega Ávila.

    En cuanto a su gastronomía, Eduardo enfatiza que “a pesar de muchas dificultades, los waraos han tratado de identificarse con esta cultura milenaria”. Aunque su dieta fue a base de pescado, ocumo y moriche en los caños, es difícil conseguirlo en la ciudad; por eso, optan por una dieta “más común”, como “pollo, espagueti, arroz”.

    Miembros de estas comunidades son propensos a padecer desnutrición debido a su dieta

    Alfonso Campero Valenzuela, músico y cantautor warao, asegura que “nos resistimos a desaparecer”. Sostiene que llegar a la ciudad significó “transculturizarse”, porque bailes como Jabisanuka, festividades como Najanamu y los juegos autóctonos deportivos se han perdido, porque los jóvenes se “aferran al fútbol o al volleyball”.

    Para Campero, todo esto se debe a que desde el núcleo familiar hay “debilidad”, como consecuencia de que los padres no educan a sus hijos sobre la historia de este pueblo originario.

    “Como estamos aquí en la ciudad, la juventud se está aferrando más a lo que el jotarao (no indígena) es, y es como darle más fuerza cuando en mi casa yo no le hablo a mis hijos o mis nietos de lo que somos nosotros”, alerta.

    En contraste con lo expuesto por estos representantes de sus comunidades y a propósito del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, el 9 de agosto de 2024, en la página web del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) puede leerse: “Hoy el Gobierno Bolivariano, junto al presidente Nicolás Maduro, han desarrollado planes de formación comunitaria para los indígenas, así como también la educación intercultural bilingüe, saberes tradicionales, ancestrales y artesanales para consolidar su identidad y soberanía cultural”.

    Desplazamiento forzado a Brasil

    De manera errónea, se le atribuyen características como el nomadismo a este pueblo. No obstante, un informe de Acnur publicado en 2021, como parte de la serie Waros en Brasil,  sostiene que el desplazamiento de los waraos “no tiene relación con el determinismo cultural o nomadismo”, sino que está impulsado por la búsqueda de mejores condiciones de vida.

    María (*) una mujer warao, defensora de DDHH indígenas y trabajadora humanitaria, quien prefiere mantener su identidad en reserva, cuenta que la primera barrera que enfrentan los indígenas cuando migran es lingüística. Ve con preocupación que “las nuevas generaciones que están naciendo en Brasil no hablan warao”. Asegura que por parte del gobierno brasileño “no hay un interés” por mantener vivos los idiomas indígenas.

    “Nuestros niños y adolescentes tienen vergüenza de hablar nuestras lenguas. Primero, porque no los entienden; segundo, porque pueden colocarles “un adjetivo” despectivo”, señala.

    De acuerdo con la entrevistada, viven un proceso de aculturación y apagamiento de su cultura. Otro cambio se refiere a su forma de vestir. Las mujeres warao elaboran un vestido típico con telas muy coloridas; sin embargo, las llaman “payasos” cuando lo usan.

    “Las más viejas todavía se resisten a perder la identidad, a través de la vestimenta o de los collares; se resisten a perder la fabricación de artesanías”, recalca.

    En Tucupita, las artesanías que elaboran las comercializan en el mercado local

    Para María, no todo está perdido: la contratación de docentes waraos aviva la esperanza de que los niños aprendan su idioma y su cultura en las aulas.

    “A pesar de todos esos desafíos que están colocados para nosotros los waraos aquí en Brasil, yo creo que también hay un movimiento de resistencia y de toma de nuestra cultura y decir con orgullo: ‘yo soy warao, yo soy indígena warao’, dice.

    Se deduce del relato de María que, para quienes cruzaron la frontera venezolana, existe la lucha interna de “de querer volver y no poder», mientras apaciguan su nostalgia con la búsqueda de agua a sus alrededores, para recordar los caños deltanos. Se podría asegurar que los waraos siguen creyendo en la fuerza de sus antepasados, quienes resistieron antes y los motivan a hacerlo ahora.

    El antropólogo Pirela asegura que “los waraos que emigraron se autoreconocen en Brasil y están dando toda una lucha para ser reconocidos por el Estado brasileño como indígenas waraos”.

     (*) Los nombres reales de las personas fueron modificados para preservar su seguridad.

    Discriminación en Venezuela

    En el preámbulo de la Constitución, Venezuela se reconoce como un país multiétnico y pluricultural. El Censo del año 2011 identificó 52 pueblos indígenas en el país, de los cuales el segundo más numeroso fue el pueblo warao.

    Si bien la carta magna de 1999 inició un proceso para incorporar al indígena, a fin de proporcionarle mayor participación a nivel civil y político, “ha sido un reconocimiento a nivel muy simbólico, narrativo, que en realidad no se traduce en un cambio sustancial en las condiciones de vida de los indígenas”, manifiesta el antropólogo Tillett.

    Según el misionero y antropólogo Josiah K’okal, el Estado venezolano aplica “políticas de marginalización” a este pueblo originario

    Euclimar Palacios, educadora warao de 28 años, narra que, en una visita al hospital, se encontró a una madre warao con su bebé. La mujer no hablaba español y provenía del municipio Antonio Díaz. Palacios se percató de que decía desesperada en warao que el niño no respiraba. Una enfermera se acercó a preguntar qué sucedía y gracias a la intervención de la educadora logró la atención del caso.

    A partir de este hecho, Palacios concluye que no contar con personal que hable el idioma dificulta los procesos en la mayoría de las instituciones públicas.

    Otro aspecto que destacar es que los waraos tienen nombres propios y nombres originarios, que les asignan dentro de sus comunidades. Sin embargo, al llegar al Saime para el proceso de cedulación, solo agregan el nombre propio y el otro lo ignoran. Esto, pese a que la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas establece en el Artículo 62 que “todo indígena tiene derecho a la identificación a través del otorgamiento de los medios o documentos de identificación idóneos, desde el momento de su nacimiento”; también, que “se garantiza a los indígenas el pleno derecho a inscribir en el registro civil sus nombres y apellidos de origen indígena”.

    En ocasiones, los no indígenas catalogan a los miembros de pueblos originarios como “ignorantes”. Según Palacios, dicen “no, él no sabe nada, no podemos tomarlo en cuenta, pues no sabe leer, ni sabe escribir; mas no conocen las capacidades que tienen ni entienden las dificultades que implica el idioma”.

    Pirela identifica que “el origen viene, en parte, de nuestro sistema educativo, que nos hizo ver a estos pueblos y comunidades como inferiores a las nuestras”.

    Cultura en resistencia

    El antropólogo Pirela apunta que los waraos “siguen considerándose un pueblo, una cultura y una comunidad en resistencia, frente a todos esos procesos que pretenden extinguir todo rasgo cultural de su existencia”.

    Además, enfatiza que sí buscan reivindicar sus identidades, en medio de un contexto que deja ver claramente el “deja de ser, deja de existir, deja de hablar”. «Siempre está latente en esta población el sentimiento de resistir, ante ese desmembramiento cultural», asegura.

    Los no indígenas regatean las artesanías para, más tarde, revenderlas a sobreprecio.

    El cantautor warao Campero destaca que la educación sobre quienes son como pueblo debe recibirse en casa y debe perfeccionarse en la escuela, de manera que se fortalezcan los elementos que los identifica como waraos: su idioma, gastronomía y espiritualidad, además de sus cantos y sus bailes.

    Eduardo aclara que una de las formas de asegurar que esta cultura ancestral permanezca es a través de las reuniones de niños y jóvenes con sus abuelos.  La oralidad se hace fundamental para la transmisión cultural, pues los waraos “son de cultura ágrafa”, es decir, no escriben su historia, según explica el misionero capuchino Julio Lavandero, en su libro sobre Delta Amacuro.

    De acuerdo con Pirela, “la manera en que se brinda acompañamiento [a los warao] no es sostenible, no es pensada a futuro, no es sino siempre bajo una lógica asistencialista y paternal; y no hay una idea de sostenimiento de procesos para fortalecer a estos pueblos y comunidades”.

    Como un pueblo cuyo derecho fundamental es la autonomía, tienen la potestad de tomar sus propias decisiones sobre cómo quieren vivir. Sin embargo, estas decisiones deben estar acompañadas por políticas públicas que eduquen desde niño a la población no indígena sobre la multietnicidad del país y la riqueza cultural de los pueblos originarios, que nos construyen como la sociedad que somos hoy.

    Según Tillett, “las políticas para los pueblos indígenas deberían apoyar la propia visión de los indígenas de qué es lo que ellos quieren”.

    De igual manera, es indispensable que el Estado garantice condiciones de vida digna dentro del país, que permitan oportunidades de crecimiento y desarrollo a estas comunidades, desde el cumplimiento de la Constitución, la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas y acuerdos internacionales, respetando su cosmovisión.

    Créditos

    Coordinación Editorial
    Alicia Estaba
    Beisys Marcano
    Aymara Rodríguez

    Mentoría:
    Ramón Rivera Verde

    Edición
    Beisys Marcano
    Ramón Rivera Verde
    Aymara Rodríguez

    Investigación y textos
    José Rivas
    Mariett Hamilton
    Abelardo Rojas
    Osfran Chacón

    Fotografías y videos
    William Urdaneta

    Redes Sociales
    Joelnix Boada

    Diseño y montaje web
    Roberth Delgado

    CORREO DEL CARONI

  • FANB desmantela un campamento usado para la minería ilegal

    FANB desmantela un campamento usado para la minería ilegal

    Asimismo, dijo que en lugar hallaron 2.000 litros de gasolina, dos cocinas eléctricas, dos compresores de aire y 63 cajas de cerveza

    La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) desmantelaron un campamento, presuntamente, dedicado a la minería ilegal en el estado Amazonas, informó su comandante estratégico operacional, Domingo Hernández Lárez.

    A través de X, el jefe militar indicó que tras una operación de patrullaje se localizó el campamento en el municipio Alto Orinoco del estado Amazonas, que servía como «soporte logístico» para la minería ilegal.

    Asimismo, dijo que en lugar hallaron 2.000 litros de gasolina, dos cocinas eléctricas, dos compresores de aire y 63 cajas de cerveza.

    NUEVA PRENSA

  • Unexpo participó en el conversatorio sobre la «Importancia Geoestratégica de los Transformadores Monofásicos de Distribución en el SEN»

    Unexpo participó en el conversatorio sobre la «Importancia Geoestratégica de los Transformadores Monofásicos de Distribución en el SEN»

    La actividad se realizó en los espacios de la Unexee (Universidad Nacional Experimental de Especialidades Eléctricas) en Puerto Ordaz

    Con la finalidad de fomentar el compromiso con el desarrollo sostenible del sector eléctrico en Venezuela, la Universidad Nacional Experimental Politécnica «Antonio José de Sucre» (Unexpo), Vicerrectorado Puerto Ordaz, participó en el conversatorio institucional «Importancia Geoestratégica de los Transformadores Monofásicos de Distribución en el Sistema Eléctrico Nacional.

    Contó con la presencia del Dr. José Ramón Muñoz Montilla, rector de la Unexee; la Dra. Diana Chacón, vicerrectora académica de la Unexee; el ingeniero Celestino Arreaza, profesor de la Unexpo Vicerrectorado Puerto Ordaz, acompañado de los estudiantes de ingeniería Eléctrica.

    La actividad que se realizó este martes 17 de junio, en los espacios de la Unexee en Puerto Ordaz, sirvió para plantear estrategias que permitan enfrentar los desafíos en cuanto al manejo de los transformadores monofásicos de distribución en el contexto geoestratégico y técnico del Sistema Eléctrico Nacional.

    Asimismo, durante el conversatorio, el ingeniero Celestino Arreaza habló sobre los transformadores de distribución, específicamente la geoestrategia y su importancia en las redes aéreas, y las pertenecientes a Corpoelec.

    También se abordó todo lo relacionado con los transformadores de potencia y se destacó la relevancia de este componente en la infraestructura energética del país.

    Esta actividad también permitió a los asistentes ampliar los espacios de diálogo y cooperación entre los distintos actores del sector energético, en la misión de contribuir con la formación de profesionales competentes y responsables, capaces de afrontar los retos que presenta el sistema eléctrico.

    NUEVA PTENSA

     

  • Tras cinco días de búsqueda, cuerpos de seguridad continúan sin dar con sexagenario caído en canal de aguas pluviales

    Tras cinco días de búsqueda, cuerpos de seguridad continúan sin dar con sexagenario caído en canal de aguas pluviales

    Para la tarde de este martes no se reportaron resultados positivos en la búsqueda que ha abarcado al menos tres kilómetros por vía terrestre.

    Tras cinco días de búsqueda, funcionarios de diferentes cuerpos de seguridad del estado Bolívar continúan sin ubicar a Manuel Modesto Lozada, de 66 años, quien cayó en una canal de aguas pluviales el pasado 12 de junio durante las fuertes lluvias registradas en Ciudad Guayana.

    A las 5:00 de la tarde de este martes, funcionarios de Protección Civil confirmaron a Correo del Caroní que se detuvieron las labores sin obtener resultados positivos.

    Los funcionarios se desplegaron desde las 10:00 de la mañana de este 17 de junio en la desembocadura de la canal, ubicada en la entrada del sector El Botellón, donde realizaron trabajos de búsqueda. Esta desembocadura permanecía llena de desperdicios y basura.

    Según la información ofrecida por Bomberos de Caroní, las labores de rescate se extendieron por 3 kilómetros. Asimismo se hicieron maniobras con kayak para abarcar diferentes lagunas adyacentes y búsqueda con dron para ampliar el rango de visión.

    Lozada desapareció tras caer desde un puente que conecta las comunidades de San José de Chirica y Brisas del Sur hacia un desagüe, a pesar de que vecinos intentaron socorrerlo, la fuerza del agua impidió poder rescatarlo del ducto.

    En conversación con este medio, habitantes de la zona manifiestan que prefieren mantenerse en sus hogares ante cualquier llovizna, ya que la canal – que permanece abierta y pasa frente a más de 50 viviendas- representa un peligro para niños y adultos.

    Basura y enmontamiento afectan la búsqueda

    El equipo de Correo del Caroní se trasladó hasta el sector y pudo evidenciar cómo la desembocadura de la canal permanece tapada por grandes cantidades de basura.

    Funcionarios debían despejar el área con palos y machetes ante el gran enmontamiento y la cantidad de desperdicios para poder avanzar con las maniobras para recuperar el cuerpo.

    A pesar de la privatización del servicio de aseo urbano, estas parroquias de San Félix continúan con una grave problemática en materia de recolección y disposición de desechos sólidos, situación que se evidencia ante este tipo de emergencias.

    CORREO DEL CARONI

  • El Dorado, retrato de la fiebre eterna del oro en Venezuela

    El Dorado, retrato de la fiebre eterna del oro en Venezuela

    El Dorado reposa a los márgenes del río Cuyuní, una frontera natural donde comienza el Esequibo, que Venezuela disputa con Guyana desde hace más de un siglo

    Un comerciante pesa en una balanza digital el oro en polvo con el que paga un cliente. Es una transacción habitual en El Dorado, que como muchos pueblos mineros de Venezuela transa compras cotidianas con el preciado metal.

    Este pueblo forma parte de una región bautizada por la administración Maduro como Arco Minero del Orinoco, que tiene grandes reservas minerales y es atravesada por la minería ilegal y el crimen organizado.

    En la zona es habitual el cobro de extorsiones por parte de grupos delictivos que controlan las minas, conocidos como «sindicatos», o inclusive de grupos indígenas, también volcados a la minería. Además, la región ha sido escenario de masacres: unas 217 personas fueron asesinadas entre 2016 y 2020.

    Las 35 ‘gramas’ (gramos) que marca el peso equivale a unos 3.000 dólares, dice el comerciante. Un gramo se vende entre 85 a 100 dólares.

    El Dorado reposa a los márgenes del río Cuyuní, una frontera natural donde comienza el Esequibo, que Venezuela disputa con Guyana desde hace más de un siglo.

    Un enjambre de motocicletas ruidosas recorre sin parar las calles polvorientas del pueblo.

    «El oro es una bendición que nos da a nosotros para comprar lo que uno quiere, pero hay que trabajar duro», dice a la AFP José Tobías Tranquini, un minero de 48 años.

    «Un día en la mina puede ser que no consigas nada, hay gente con suerte que han agarrado hasta de a kilo, pero el tiempo que tengo aquí no he agarrado esa bendición, he agarrado de a poquito».

    *Lea también: Minería ilegal afecta ríos del sur de Venezuela y contamina sus afluentes

    Vida minera

    El Dorado nació como un fuerte militar que combatió una invasión inglesa en 1895. Su nombre está inspirado en el mito de la conquista española, que no distaba mucho de la realidad.

    Cuentan los pobladores más viejos que cuando llovía, podían verse partículas de oro emerger entre los caminos arcillosos del pueblo.

    Hilda Carrero llegó hace medio siglo a El Dorado, atraída como muchos otros por la fiebre del oro.

    Entonces el pueblo era «monte y culebra», distinto al bullicio de motocicletas de una población que suma ahora unos 5.000 habitantes. «Esto era feo», recuerda esta mujer de 73 años en su pequeña bodega donde vende botellones de agua por tres milésimas de oro.

    Una ‘grama’ tiene 10 puntos, que a su vez tiene 10 milésimas. El bidón de agua vale el equivalente a dólar y medio.

    «Lo que le da vida al pueblo son los mineros», remarca Carrero, que explica que en tiempo de nuevas minas o ‘bullitas’ «la gente se mueve, todo el mundo vende».

    «Pero hay momentos en que no hay bulla y todo se aplaca», añade. «Hay días en los que no vendo ni siquiera un botellón».

    Es común que los pobladores luzcan collares o zarcillos de oro.

    Trabajo duro y peligroso

    El Arco Minero tiene una extensión de 112.000 km2 con reservas no solo de oro sino de diamantes, hierro, bauxita, cuarzo y coltán.

    Ambientalistas denuncian un «ecocidio» en esa zona y el colapso de minas ilegales con decenas de muertos.

    El camino hacia El Dorado está salpicado por campamentos para procesar la arena extraída en los yacimientos. El diseño es similar: un galpón alto con techos de zinc y terrenos descampados con una enorme fosa donde cae la arena lavada en los molinos.

    Es un trabajo duro, peligroso.

    La tierra que se extrae de las minas se almacena en sacos para trasladarla a los molinos, que funcionan con motores de autos adaptados. Allí se fragmenta aún más la arena, que cae en una rampa de bronce cubierta con ‘asogue’ (mercurio) y atraviesa un chorro de agua constante.

    Partículas casi imperceptibles al ojo quedan atrapadas en una alfombra verde que luego es sacudida para extraerlas.

    Una familia de cinco miembros trabaja en uno de esos campamentos. Dedica cuatro horas para procesar una tonelada de arena. Resultado: poco más de una ‘grama’, unos 100 dólares.

    «Lo usaremos para comprar comida y lo que haga falta en el molino», dice uno de los trabajadores, que sostiene con sus manos rústicas la piedrita resultante, tan mínima que apenas ocupa una fracción del centro de una cuchara sopera.

    De aspecto irregular, es sometida luego al calor de un soplete para retirar impurezas. «El peligro de esto es el humo» que resulta al quemar el mercurio, explica el dueño del molino mientras fuma un cigarrillo.

    Con información de Swissinfo.ch

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