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La nobleza de La Guaira, por Aglaya Kinzbruner

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El 16 de septiembre de 1620 zarpó de Plymouth, Inglaterra, el Mayflower, un barco con 102 pasajeros, mitad peregrinos que huían de la persecución religiosa y mitad simplemente aventureros. Su primera parada fueron los Países Bajos. Pero ahí se encontraron con un regalo de los españoles por la guerra de los 80 años, la jota, que no pudieron aprender a pronunciar. No eran personas muy cultas ya que ¿qué tan difícil debía ser aprender un idioma nuevo que también venía del indo europeo? Rechazados por partida doble, por la Church of England y la jota, emprendieron camino otra vez para llegar esta vez a su destino, Nueva Inglaterra.

Un solo pasajero murió en el viaje y unos cincuenta después de llegar debido a escorbuto, agotamiento, mala alimentación y fiebres varias. Encontraron semillas de maíz, calabazas y con sus mosquetes cazaron unos cuantos venados, todo con la ayuda de los indios Wampanoag. Al año hicieron tremenda fiesta y aquí empiezan las medias verdades o más bien mentiras que se enseñan en Estados Unidos en la primaria. Los peregrinos no llevaban esos ridículos sombreros de las ilustraciones de los libros para niños ni elegantes hebillas en sus zapatos nuevos ni los indios tenían adornos de plumas en la cabeza.

A la fiesta los peregrinos no invitaron a los indios sino que éstos, al oír el barullo y unos tiros de mosquete, se presentaron a ver qué sucedía. Así que ante el fait accompli ya que estaban ahí, sí fueron invitados. Se devolvieron a sus wig wams y trajeron provisiones. ¿Que luego de la fiesta se hicieron tiernos amigos y vivieron en concordia para siempre? ¿Ah, sí? Entonces ¿por qué de casi 100.000 Wampanoags hoy en día quedan sólo 2.800?

Los Wampanoag tenían 10.000 años viviendo en su país llamado Patuxet, que comprendía el sureste de Massachusetts y parte de Rhode Island. Paula Peters una Wampanoag Mashpee, educadora e historiadora de los indios ancestrales dijo que ellos no reconocen la fiesta de Thanksgiving porque es una marginalización y deformación de la historia.

Y es que fueron demasiadas las injusticias. Hubo una ley que prohibió enseñarles a escribir y leer a los Wampanoag, so pena de muerte. Unos niños fueron forzados a montarse en un transporte para ser llevados para estudiar internos en una escuela y nunca más se supo algo de ellos. Fue un genocidio en cámara lenta por más de 400 años. Y años llevan tratando de recobrar sus tierras por la vía legal sin éxito ninguno.

Lo interesante es que en Boston, hermosa ciudad de aproximadamente 5 millones de habitantes, todos o casi, pretenden ser descendientes directos de los Peregrinos del Mayflower, asunto matemáticamente improbable. Los Bush, Katharine Hepburn, Clint Eastwood, insistían en eso. Y nos preguntamos, ¿qué tenía de bueno, de noble, descender de estos aventureros desarrapados, fanáticos religiosos e incultos? Sin embargo ahí están las raíces de que en Boston sean tan marcadas las diferencias sociales.

*Lea también: Transitar la transición, por Aglaya Kinzbruner

Reproducimos a continuación la traducción libre del Brindis a Boston del Dr. John Collins Bossidy en una cena con sus ex alumnos del Holy Cross College:

Y ésta es nuestra querida Boston

La tierra de los frijoles y el bacalao

Dónde los Lowells hablan con los Cabots

Y los Cabots sólo hablan con Dios

Cabe recordar que en Venezuela pasó algo parecido en los años cincuenta. La indefensión, soledad, exclusión social de algunos inmigrantes, más que nada españoles, portugueses e italianos, llegados a Caracas por barco, llevó a algunos a inventarse unos orígenes nobles. «Sabes – decían – yo en realidad soy el Marqués de Tal y Cual, pero no lo digo, ¡no vayan a pensar que soy un echón!»

Como nadie les creyó, surgió el mote de ¡los Nobles de La Guaira!

(Fuentes: BBC Mundo y The Washington Post)

Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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