EFE
Los robots biohíbridos, que fusionan componentes artificiales con células y tejidos vivos, son un campo emergente de la investigación que plantea retos éticos únicos, por lo que un grupo de investigadores se ha manifestado a favor de un debate social y de una gobernanza adecuada.
Investigadores de las universidades de Southampton (Reino Unido); el País Vasco (España); la Universidad Carnegie-Mellon (EE.UU.) y la Goethe (Alemania) firman un estudio que publica hoy Pnas en el que piden una normativa que guíe el desarrollo responsable y ético de este tipo de la robótica.
Los robots biohíbridos que utilizan músculos vivos pueden arrastrarse, nadar y percibir su entorno; los sensores fabricados a partir de células sensoriales o antenas de insectos han mejorado la detección química e incluso se han utilizado neuronas vivas para controlar robots móviles, recuerda la Universidad de Southampton en un comunicado.
Los robots biohíbridos, a diferencia de las tecnologías puramente mecánicas o digitales, combinan componentes biológicos y sintéticos de formas sin precedentes lo que presenta “posibles ventajas únicas, pero también peligros potenciales», indica Rafael Mestre, de la universidad británica y primer firmante del artículo.
Especialista en tecnologías emergentes, Mestre dice que «los retos que plantea la supervisión de la robótica biohíbrida no son distintos de los que plantea la regulación de los dispositivos biomédicos, las células madre y otras tecnologías disruptivas”
Las publicaciones de investigación relacionadas con la robótica biohíbrida no han dejado de aumentar en la última década y de las más de 1.500 sobre el tema en ese momento, solo cinco consideran en profundidad sus implicaciones éticas.
Los robots biohíbridos plantean “dilemas éticos únicos», en palabras del especialista en ética de la Universidad del País Vasco y coautor del estudio Aníbal Astobiza.
El tejido vivo utilizado en su fabricación, el potencial de sensibilidad, el impacto medioambiental diferenciado, el estatus moral inusual y la capacidad de evolución o adaptación biológica “crean dilemas éticos únicos que van más allá de los de las tecnologías totalmente artificiales o biológicas”, destaca Astobiza.
Los autores identifican tres ámbitos en los que la robótica biohíbrida plantea problemas éticos singulares. El primero, la interactividad, es decir cómo interactúan los biorobots con los humanos y el entorno.
Los otros dos son la integrabilidad: cómo y si los humanos pueden asimilar los biorobots (como órganos o miembros biorobóticos); y el estatus moral.
En una serie de experimentos mentales, describen cómo un biorobot para limpiar los océanos podría alterar la cadena alimentaria o cómo el aumento de sofisticados asistentes biohíbridos podría plantear cuestiones sobre la sensibilidad y el valor moral, resume la Universidad de Southampton.
El artículo es el primero del proyecto Biohybrid Futures, dirigido por Mestre, que pretende desarrollar un marco para la investigación, aplicación y gobernanza responsables de la robótica biohíbrida.
Un marco que, según propone el artículo, debería tener en cuenta requisitos como la evaluación de riesgos, la consideración de las implicaciones sociales y una mayor concienciación y comprensión por parte del público.
En comparación con tecnologías afines como las células madre embrionarias o la inteligencia artificial, la robótica biohíbrida “se ha desarrollado relativamente desatendida por los medios de comunicación, el público y los responsables políticos, pero no por ello es menos importante”, dijo el politólogo de la Universidad de Southampton, Matt Ryan.
Por eso, los cinco firmantes del artículo quieren que el público participe en esta conversación para garantizar un enfoque democrático del desarrollo y la evaluación ética de esta tecnología. EFE