Autor: Carlos R. S. Milani
En su intento de posicionar a Brasil como un líder global en la acción climática, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva asumió el ambicioso compromiso de poner fin a la deforestación para 2030. Esta meta representa un paso fundamental frente a las contradicciones internas que Brasil enfrenta en relación con la economía política de la degradación ambiental y la deforestación.
Los recientes incendios forestales e inundaciones evidencian la urgencia de proteger las selvas brasileñas, que son esenciales no solo para el clima global, sino también para la seguridad alimentaria y las economías locales de Brasil. Para el país, con más de la mitad de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) relacionadas con el uso de la tierra y la deforestación, alcanzar este objetivo es crucial no sólo para el futuro ambiental de Brasil, sino también para todo el planeta.
A pesar de los avances logrados bajo la administración de Lula, los desafíos siguen siendo enormes. Iniciativas como la Moratoria de la Soya, que restringe la deforestación para el cultivo de soya en la Amazonía, están bajo presión, y la deforestación continúa en niveles preocupantes. El cambio climático ya está afectando la producción de alimentos en Brasil, con sequías que impactan las cosechas y cambios de temperatura que alteran los ciclos agrícolas. Si la deforestación continúa sin control, estos impactos serán aún mayores, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de Brasil y su posición como potencia agrícola global.
Este tema no es de interés exclusivo para Brasil; también es de gran importancia para China, el mayor socio comercial de Brasil y principal comprador de sus exportaciones agrícolas, como la soya y la carne de res. Para China, la estabilidad de la producción agrícola brasileña es crucial para garantizar su propia seguridad alimentaria.
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La situación es especialmente delicada, ya que dos de las mayores economías en desarrollo del mundo, China y Brasil, enfrentan desafíos críticos en sus respectivas transiciones climáticas. China debe lidiar con la complejidad de aumentar considerablemente el uso de fuentes renovables en sus sistemas energéticos, mientras que Brasil enfrenta los impactos climáticos principalmente asociados con el avance del agronegocio y el uso de la tierra. China ya ha demostrado su compromiso en apoyar las iniciativas de sostenibilidad de Brasil. En 2023, un sorprendente 72% de las inversiones chinas en Brasil se destinaron a proyectos de energía renovable y sostenibilidad. Además, China ha mostrado interés en ayudar a los esfuerzos de Brasil para restaurar tierras de pastoreo degradadas, lo que podría contribuir a reducir la presión sobre la selva amazónica.
A pesar de este progreso, China necesita hacer más para apoyar las metas de deforestación de Brasil.
A medida que Brasil trabaja para cumplir su compromiso para 2030, China tiene la oportunidad de implementar una asociación estratégica que transforme las relaciones bilaterales con Brasil, un aspecto que cobra relevancia tras los resultados de las elecciones presidenciales en EEUU. A continuación, presento tres áreas críticas en las que China puede desempeñar un papel más activo.
1) Poner la deforestación en el centro del diálogo climático y ambiental
Tanto Brasil como China ya han expresado su compromiso con la «eliminación de la extracción ilegal de madera y de la deforestación» en sus declaraciones conjuntas sobre el clima, pero aún no se han realizado discusiones concretas en el diálogo bilateral oficial, conocido como subcomité de Medio Ambiente y Clima bajo el COSBAN (Comité de Coordinación y Cooperación de Alto Nivel China-Brasil). Discutir la deforestación en este foro es una necesidad urgente, dado el papel fundamental que esta tiene en el perfil de emisiones de Brasil. Este paso podría estimular iniciativas conjuntas, intercambios de conocimiento y proyectos colaborativos para abordar los complejos factores que impulsan la deforestación en Brasil.
2) Enviar señales políticas para incentivar una transformación en el sector agroindustrial
Algunas empresas chinas ya han comenzado a mostrar interés en adquirir productos libres de deforestación, una tendencia que, de ser respaldada por políticas más amplias del gobierno chino, podría generar un cambio significativo en todo el sector. Este compromiso podría fortalecerse mediante políticas gubernamentales chinas que incentiven a las empresas a priorizar prácticas de abastecimiento sostenible. Con el inmenso poder de compra de China, un cambio sectorial hacia productos libres de deforestación tendría efectos significativos en las cadenas de suministro de Brasil, acelerando potencialmente la transición hacia prácticas agrícolas más sostenibles. Esta postura también se alinearía con el compromiso más amplio de China con el desarrollo sostenible, demostrando cómo las relaciones comerciales pueden ser aprovechadas para alcanzar metas climáticas. Desde la perspectiva de Brasil, la asociación con China podría contribuir a transformar al gigante sudamericano en un líder global en programas de agricultura baja en carbono. Ambos países se benefician al apostar por esta transformación.
3) Colaboración ampliada en la trazabilidad y supervisión de la cadena de suministro
La transparencia y trazabilidad son esenciales para garantizar que los productos agrícolas que ingresen a China desde Brasil no estén vinculados a la destrucción ambiental o a daños sociales. Ambos países deben trabajar juntos para establecer sistemas sólidos de trazabilidad, aprovechando las iniciativas nacionales ya existentes en Brasil. Esto no sólo ayudaría a evitar que productos relacionados con la deforestación lleguen a los consumidores, sino que también reforzaría la confianza y la responsabilidad dentro de la cadena de suministro. Brasil y China pueden asegurar que el comercio de productos agrícolas esté alineado con su compromiso común con la sostenibilidad.
Las selvas brasileñas representan un recurso natural de valor incomparable para la estabilidad climática global, la biodiversidad y el bienestar de las comunidades amazónicas. A la luz de sus objetivos ambientales compartidos y de sus intereses económicos complementarios, Brasil y China están en una posición única para forjar un nuevo tipo de asociación estratégica, trascendiendo las dinámicas comerciales tradicionales y poniendo la acción climática en el centro de sus relaciones bilaterales.
Brasil ya ha demostrado que está listo para abrazar un futuro resiliente al clima; con el apoyo de China, este objetivo puede hacerse realidad, beneficiando a ambas naciones y al mundo. Juntos, Brasil y China pueden mostrarle al mundo que el desarrollo sostenible no sólo es posible, sino también alcanzable a través de alianzas estratégicas y compromisos compartidos con la salud de nuestro planeta.
Carlos Milani es Profesor Titular de Relaciones Internacionales en el IESP-UERJ, Coordinador del Observatorio Interdisciplinar del Cambio Climático y Senior Fellow del CEBRI. Más información: www.carlosmilani.com.br
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