Muchos recuerdos se me escapan aveces, van y vienen, con el paso del tiempo su vuelta es más lenta y compleja, pero siguen volviendo.
Ahora por ejemplo recuerdo varias cosas; las escapadas al río con mis amigos en mi niñez misionera. las tardes ahí entre chapusones, sol y bromas y recuerdo además un viaje en tren hasta Buenos Aires, no recuerdo el año.
Recuerdo a mis hijos, sus rostros y facciones pero no podría decir sus nombres. puedo hablar del fastidio de mi hija cuando no la reconozco apenas la veo, casi el mismo fastidio que dejaba ver cuando no prestaba atención a uno de sus dibujos de niña, si¡¡ recuerdo eso¡¡¡
También recuerdo el rostro de algunos amigos que una noche sólo «desaparecieron» y el miedo de ese entonces.
No recuerdo al último campeón de futbol, pero recuerdo a cierto diez de la seleccion levantando la mano y desatando el corazón de millones de almas para gritar un gol tan merecido por tantas cosas¡¡¡
Hay un recuerdo que nunca se va y me gusta contarlo a quien lo quiera oir siempre. El de una mañana de invierno cuando la providencia me llevo hasta mi compañera de vida, y aunque ya no está y mi mente inexorablemente olvide cosas, no creo que alguna vez deje de soñar con esos ojos marrones como el Paraná y oscuros como la noche.
Pero lo dejaré para otro momento pues mis lagrimas comienzan a mojar la hoja, y además, quiero tener más recuerdos que contar.
