Confieso que tengo una idea muy vaga de cómo vamos a pretender llegar al final, a la libertad, a la democracia. Lo único que sé a ciencia cierta es que la inmensa mayoría de los venezolanos lo desea fervientemente. Pero, claro, deseos no preñan.
Por supuesto que hay algunas huellas de ese intento final, el 10 de los corrientes, en unos pocos días de este enero, que para bien o para mal va a ser histórico. Claro ese día no se acaba la historia y habrá onces y doces, febreros y marzos, años y años. Alguna vez saldrá el sol y los demonios cesarán de medrar en su oscura noche. Pero por ahora apostamos a ese diez en que la justicia debería hacer lo suyo.
Algo sabemos claro. Ya María Corina llamó a las calles y a cantar el himno patrio. Echarle bolas pues. Todos. Pero no hay que ser politólogo para pensar que esto no es fácil, los demonios matan o encierran y torturan. Por cierto, habría que apuntar que las insurrecciones populares en casi todo el planeta, si no están completados por una intervención armada, suelen fracasar, de Hong-Kong a Nicaragua. Los fusiles pueden tanto. Pero nada está escrito en este capítulo. En todo caso pueden hacer temblar la tierra.
También sabemos que Edmundo, el presidente electo, no solo ha jurado muchas veces y en situaciones solemnes que viene a Venezuela a buscar el nombramiento que a todas luces le pertenece, que es un don inalienable del soberano. Y ya salió a recorrer algunos países amigos del continente. Ya no es un decir, es un acto en desarrollo, que es del que quisiéramos saber su fin final.
Se ha hablado, se ha planeado, lo han dicho varias figuras prominentes –Felipe González, para decir uno grande- que el elegido podría venir acompañado de expresidentes solidarios a reclamar lo que le es debido. Diría que es una figura, de ser cierta, realmente novedosa y por ende sus resultados enigmáticos. Edmundo tiene orden de detención y recompensa por su captura.
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No sabemos de otras variantes que podrían ser fundamentales, sobre todo de las fuerzas armadas, hasta ahora y durante dos décadas sumisas a los tiranos e inaudibles sus protestas, si las hubiese, salvo aisladas excepciones. Es seguramente el enigma fundamental
Pocas veces he visto asunto más oscuro. Pido disculpas por mis limitados conocimientos a unos cuantos días de esa hora crucial. Como soy ateo pido a quién, al destino será, y a la voluntad de los venezolanos, que lleguemos a la tierra de la democracia tanto tiempo prometida y hurtada, sea cual sea su ideología y sus maneras.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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