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El intenso intercambio entre Trump y Zelensky deja en evidencia el giro de EE.UU. hacia Rusia..2 DE MARZO

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Análisis por Matthew Chance

CNN — 

Para los observadores diplomáticos experimentados, la furiosa reprimenda del presidente de EE.UU., Donald Trump, a su par ucraniano Volodymyr Zelensky en la Oficina Oval fue un golpe político planificado, una trampa preparada por el Gobierno de Trump para desacreditar al líder ucraniano y eliminarlo como un obstáculo para lo que venga después.

Sea orquestada o no, Moscú –que reaccionó con regocijo al intercambio de insultos en la Casa Blanca– ahora espera que las conversaciones destinadas a reconstruir la relación entre Estados Unidos y Rusia continúen, incluso se aceleren, en las próximas semanas.

No se ha anunciado nada en público, pero, en privado, se habla de que la cumbre Trump-Putin, siempre en agenda, ahora se está acelerando.

También hay un renovado optimismo en Moscú de que, con el presidente Zelensky en desacuerdo con el presidente Trump y su equipo, las difíciles negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania ahora pasarán a un segundo plano ante una serie de acuerdos económicos potencialmente lucrativos entre Estados Unidos y Rusia que ya se están discutiendo a puertas cerradas.

Riad, en Arabia Saudita, es donde el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergeii Lavrov, encabezaron la primera ronda de conversaciones extraordinarias el mes pasado, dejando de lado a Ucrania.

CNN ha sabido que ya están en marcha los preparativos para una segunda ronda, que se celebrará en breve, posiblemente también en un estado del Golfo.

El enviado económico clave del Kremlin para las conversaciones, Kirill Dmitriev, ya ha dicho a CNN que la cooperación con Estados Unidos podría “incluir acuerdos energéticos” de algún tipo, pero no se han anunciado detalles.

Por otra parte, el Financial Times informa que ha habido esfuerzos para involucrar a los inversores estadounidenses en la reanudación del gasoducto ruso Nord Stream 2 a Europa, que Alemania detuvo al comienzo de la invasión rusa de Ucrania.

Dmitriev ha pedido a la administración Trump y a Rusia que empiecen a “construir un futuro mejor para la humanidad” y que “se centren en la inversión, el crecimiento económico, los avances en inteligencia artificial” y en proyectos científicos conjuntos a largo plazo como la “exploración de Marte”, e incluso ha publicado una infografía de gran calidad en la plataforma de redes sociales X de Elon Musk, que muestra una misión conjunta imaginaria de Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita a Marte, a bordo de lo que parece ser un cohete Space X.

Dejando de lado los numerosos riesgos, es evidente que se pueden obtener enormes beneficios haciendo negocios con Rusia, que, por cierto, también tiene la cuarta reserva de tierras raras más grande del mundo, mucho mayor que la de Ucrania.

Eso atrae claramente al mercantil presidente Trump, cuya incansable búsqueda de un acuerdo lucrativo está siendo aprovechada por el estado ruso.

“La perspicacia empresarial de Trump aplasta las narrativas de Biden. El intento de derrotar a Rusia fracasó”, comentó Dmitriev en X.

Pero lo que se ha presenciado desde la investidura de Trump en enero parece ser mucho más que dinero, sino un restablecimiento fundamental de los lazos entre Estados Unidos y Rusia.

Al abrazar tan estrechamente al Kremlin, el Gobierno de Trump corre el riesgo de dar la espalda a los aliados occidentales, dejando a Europa aislada en un cambio radical de la postura global de Washington.

Incluso el Kremlin, algo sorprendido por la velocidad de los acontecimientos, ha tomado nota públicamente.

“El nuevo Gobierno (estadounidense) está cambiando rápidamente todas las configuraciones de política exterior. Esto coincide en gran medida con nuestra visión”, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, a la televisión estatal rusa en comentarios que se emitieron este domingo.

Pero por qué el presidente estadounidense elegiría al Kremlin en lugar de los socios tradicionales de Estados Unidos sigue siendo objeto de intensa especulación.

Gran parte de ella, como la sugerencia frecuente de que Trump es de alguna manera un agente del Kremlin, o está en deuda con Putin, no tiene pruebas.

Tal vez la fantasía ideológica de la derecha estadounidense de que Rusia es un aliado natural de Estados Unidos en una futura confrontación con China, y que puede separarse de su principal apoyo, esté motivando el dramático giro geopolítico de Washington.

Pero para muchos observadores desconcertados, ambas explicaciones para el extraordinario giro de Trump hacia el Kremlin parecen igualmente fuera de lugar.

La relación habitualmente tensa, cuando no abiertamente hostil, entre Estados Unidos y Rusia parece estar entrando en una fase nueva y radical.

CCN

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