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Una falsa división, por Simón García.16 MARZO

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La reflexión sobre el voto es un dilema real para la gente. Hay que escoger entre dos posibilidades, cada una respaldada por argumentos que lucen válidos. Para algunos tratar este tema implica dividir.

Se trata de una elección individual que exige sopesar pros y contras de cada opción, junto con analizar lo que de verdad está en juego.

El que diga que no hay nada que discutir sólo quiere imponer su decisión sin debate, execrando la opinión diferente. Y lo que es más nocivo, descalificando a dirigentes que también dieron su contribución al triunfo del 28 de julio.

El desplazamiento del adversario a lo interno de la oposición nos desvía hacia el camino de las derrotas.

La mayor contradicción es decirnos demócratas mientras pensamos como autócratas. La argumentación, el diálogo y el interés de escoger una opción eficaz es hoy lo principal, si consideramos la naturaleza y el fondo de las elecciones que el régimen pone en marcha. Debemos discutir con respeto para adoptar un curso de acción con propósito y eficaz para enfrentar, desde el proceso electoral, el plan del régimen para continuar sustituyendo institucionalidad.

No hay que despreciar estas elecciones porque sean regionales. Es cierto que no son para decidir quién es el presidente de la República ni para cambiar el sistema político. Pero ellas proporcionan un contexto más favorable para seguir trabajando el descontento popular, crear nuevos focos de resistencia cívica, ampliar alianzas en el plano regional y obtener victorias locales que van a moralizar a las fuerzas de cambio hoy a la defensiva por no haber podido cobrar y por la respuesta represiva desatada desde el 28 de julio por el poder.

Lo que estas elecciones si pueden demostrar es que los venezolanos queremos una República y que no vamos a entregarla por indecisión, confusión, peleas internas o abandono de los principios. Ese es el compromiso que hay que sostener contra todos los obstáculos que presenten procesos no democráticos.

La utilidad de participar en esta elección de gobernadores consiste en formular y comunicar una política específica según las peculiaridades regionales, desarrollar el cambio institucional desde cada Estado y crear varios lugares desde los cuales ofrecer derechos a sus habitantes para practicarlos y defenderlos localmente. Todo lo que dicen los defensores de la llamada abstención activa se puede hacer desde el ejercicio práctico de la democracia que debe promover siempre la alternativa al régimen.

Es también un esfuerzo por reforzar liderazgos más próximos a la sociedad civil y a intereses no directamente políticos de las comunidades.

Esa es la opción que tienen disponible los demócratas dispuestos a no cruzarse de brazos frente al plan oficialista de inhibir a la oposición y avanzar en normalizar su dispersión. El desmantelamiento de la democracia requiere el desmantelamiento de toda manifestación, incluso simbólica, de oposición.

Y hay que tener sentido de realidad para entender que fuera del voto no existe hoy otra herramienta de lucha por el cambio. A menos que se piense en repetir aventuras insurreccionales que nadie desea y que tampoco hay quien asuma después de las palabrerías.

Es cierto que existe la amenaza de que el CNE produzca un Boletín de resultados distintos a la voluntad popular. Si eso ocurre en 23 entes electorales parcializados, es probable que se produzca una reacción masiva y pacífica para hacer respetar el resultado que arroje el reconteo de las urnas. Y si se niega o desconoce esta condición propia del derecho electoral, el gobierno tendrá que pagar los costos internos e internacionales de un atropello que podría abrir una dinámica de acuerdos hacia una transición ordenada a la democracia. Esta vez, las condiciones geopolíticas le dan piso a esta posibilidad, a partir de la defensa de un claro resultado electoral nuevamente favorable al cambio.

En realidad, vamos a escoger entre sí queremos mantener la Constitución de 1999, el régimen democrático y la vigencia del voto directo o si le abrimos paso a un Estado comunal donde se eliminará el derecho al voto, suplantado por las Asambleas comunales.

Esa batalla por la clase de régimen político se va a dar, en primera instancia, en las elecciones regionales. Después se afrontará el referendo sobre la reforma de la Constitución desde una victoria o desde una inconsecuencia fatal con el verdadero espíritu del 28 de julio. Depende de lo que finalmente decida la gente frente a las elecciones regionales. Y aún existen posibilidades de que se opte por la opción más útil para el futuro del país

Los errores de conducción atribuibles al liderazgo principal pueden ser superados si se elaboran unitariamente políticas acertadas y se trabaja por superar la desmovilización en un esfuerzo colectivo y plural. Pero, ¿qué ocurrirá si los dirigentes no tienen voluntad de rectificación sino que se obsesionan en obtener el control hegemónico de la oposición aún a costa de dividirla artificialmente y convertir la victoria de las fuerzas de cambio del 28 en la derrota de una oposición sin capacidad de hacer oposición?

El pueblo tiene un triunfo en sus manos. No está en un laberinto donde todas las opciones conducen al triunfo inevitable del gobierno. Este callejón sin salida es lo que proclaman y repiten quienes quieren que entreguemos el juego sin jugarlo.

Hay que tener coraje cívico para presionar por un camino aún más plural que el que se produjo para el 28 de julio. La peor forma de pasar la página es achantarse en una fecha y reducir la política a rendirle un testimonio simbólico a esa jornada, en vez de tomarla como experiencia para triunfar de nuevo sobre el autoritarismo. Quienes se niegan a rectificar los fallos y recrear la estrategia de cambio ¿están solo perdiendo el rumbo o cambiando su norte?

El camino del triunfo nos exige colocarnos por encima de todos los que pretenden convertir los dilemas cívicos en una disyuntiva por el control interno de la oposición.

Los dilemas tienen arreglos y admiten la convivencia; pero los términos de una disyuntiva son mutuamente excluyentes y condenan a intensificar la guerra a muerte entre los venezolanos y dentro de la diversidad opositora.

Alentar ese tipo de conflictillos dentro de la oposición, no conviene al país ni a una tesonera generación de políticos que no merece que en sus manos vuelva a renacer una oposición Chacumbele.

Simón García es analista político. Cofundador del MAS.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.

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