La autodeterminación, entendida como la capacidad de un pueblo para decidir su destino colectivo, ha sido un principio central en la historia de Venezuela desde la época de la Independencia desde 1810; pero en la actualidad, este concepto ha adquirido una complejidad particular debido a los cambios políticos, sociales, económicos y culturales que atraviesa el país.
La autodeterminación de la sociedad venezolana presenta una de las paradojas más significativas de América Latina, donde el discurso oficial enfatiza la soberanía nacional y la independencia, mientras la realidad muestra un panorama más complejo, porque las capacidades efectivas de autodeterminación, se ven severamente limitadas por factores tanto internos como externos.
Venezuela atraviesa una coyuntura histórica donde la autodeterminación debe analizarse más allá de las declaraciones retóricas, porque la crisis multidimensional que experimenta el país, ha generado una brecha significativa entre la autodeterminación formal y la capacidad real de la sociedad para decidir su destino.
El elemento fundamental a tomar en cuenta para evaluar la autodeterminación del país, es considerar que Venezuela posee las mayores reservas petroleras del mundo, un elemento que tradicionalmente se ha considerado fundamental para la autodeterminación nacional. Sin embargo, la gestión de este recurso estratégico refleja las contradicciones actuales: mientras se proclama la soberanía sobre los recursos naturales, la capacidad técnica y operativa de la industria petrolera se ha deteriorado significativamente, llevando a dependencias y concesiones que limitan la autodeterminación efectiva, la cual no será resuelta con la venta indiscriminada de activos.
La emigración masiva de venezolanos representa quizás el mayor desafío a la autodeterminación colectiva, ya que millones de ciudadanos se han visto forzados a abandonar el país, lo cual no puede considerarse como autodeterminación plena, porque este éxodo no solo representa una fuga de capital humano, sino también una fragmentación del tejido social, hecho que actualmente dificulta la construcción del consenso nacional, debido a la ausencia del contrapeso que supone una presión social más musculosa.
Otro aspecto a considerar es la dolarización de facto de la economía venezolana, que ilustra otra paradoja fundamental: mientras se mantiene un discurso de soberanía monetaria, la realidad muestra una economía que ha adoptado informalmente una moneda extranjera («yanqui») como mecanismo de supervivencia; esta situación refleja la distancia que existe entre las aspiraciones de autodeterminación y las realidades prácticas que se enfrentan.
Las sanciones internacionales y el aislamiento diplomático, han tenido un impacto significativo en la capacidad de autodeterminación del país; sin embargo, sería simplista atribuir todos los desafíos actuales a factores externos, porque la crisis de institucionalidad interna también ha jugado un papel igualmente importante en limitar la capacidad de autodeterminación efectiva.
Más temprano que tarde, la recuperación de una autodeterminación real para la sociedad venezolana, requerirá abordar varios desafíos fundamentales como la reconstrucción institucional; la recuperación de capacidades técnicas y profesionales; la reconciliación nacional para construir consensos básicos y la diversificación económica que reduzca vulnerabilidades externas.
La autodeterminación de la sociedad venezolana, debe abordarse con la debida seriedad, como un proceso complejo que va más allá de declaraciones de soberanía, requiere la construcción de capacidades efectivas, el fortalecimiento institucional y la recuperación del tejido social. Solo abordando estos elementos fundamentales, Venezuela podrá transitar hacia una autodeterminación que no sea meramente declarativa, sino también efectiva.
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Finalmente, es necesario que el principio de autodeterminación recupere su relevancia en nuestro país, para lo cual se requiere de un compromiso genuino con la participación democrática, la justicia social y el respeto por los derechos humanos, solo así se podrá reconciliar la autodeterminación interna con los desafíos de un mundo globalizado, interdependiente y con conflictos de intereses de manera permanente.
Lidis Méndez es politóloga.
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