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Catástrofe en Monagas, por Gregorio Salazar

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Después de sucesivas explosiones, una enorme bola de fuego se levantó durante horas en el Complejo Gasífero de Muscar, en Monagas, pero ya ni las catástrofes industriales de grandes proporciones como esta mueve a la sorpresa de los venezolanos.

Los siniestros en instalaciones de la principal industria del país, entre los que sobresale el devastador incendio de la refinería de Amuay (agosto, 2012), vienen ocurriendo con regularidad desde que Pdvsa dejó de ser aquel holding que recibió y mantuvo una política de inversiones, capacitación, meritocracia, una cultura de mantenimiento y de exigentes protocolos de prevención y seguridad.

Mucho menos sorprende que la explicación gubernamental sea una vez más el consabido «sabotaje» perpetrado por sectores «terroristas» de la oposición. Ya se sabe, estamos frente a «una fuerza transformadora» que se ufana como capaz de arrinconar y neutralizar a los rivales políticos, pero para todo lo demás estamos frente a la revolución indefensa, desvalida, victimizada, la vapuleada revolución que no es, por tanto, responsable de la gran tragedia nacional que provocaron en estos 25 años.

La actuación gubernamental posterior a la denuncia del presunto sabotaje, como lo acaban de hacer después de la explosión en Monagas, sigue el mismo patrón. Siempre el móvil y los protagonistas son políticos y siempre hay detenidos. Pero podemos hacer memoria en busca de alguna rueda de prensa de los jefes de los múltiples organismos de seguridad que le hayan explicado al país cómo se fraguó el atentado, cómo se burló la vigilancia, cómo se llaman los detenidos, que evidencias físicas o testimoniales se han recolectado o qué pruebas le fueron incautadas a los indiciados y no se hallará nada. Eso no ocurre. Todo muere después de la inescrupulosa explotación política del caso.

Las consecuencias de la explosión sobrevenida en el Complejo Gasífero de Muscar, el pasado lunes 11 de noviembre, tampoco han sido informadas cabalmente a la población. Se sabe por fuentes consultadas por algunos portales de noticias que los daños en la red de gasoductos son grandes, que la afectación a la infraestructura estratégica de producción de gas y petróleo va a causar grandes retrasos en esas actividades y que las reparaciones pueden llevar hasta los primeros meses del próximo año.

Consecuencias inmediatas fueron los prolongados apagones en la isla de Margarita, que ha vivido prácticamente una parálisis desde el día del siniestro, un caos del comercio y los servicios e incontables penurias para la población, desesperada por no poder preservar los alimentos y ver menguados los servicios de salud.

En varias zonas de oriente se mantiene el racionamiento de electricidad. Se supone que el gas que va de tierra firme a la isla debía alimentar dos termoeléctricas y hay otra vía alterna de suministro por cable submarino, pero tampoco funcionó cuando se esperaba.

«Como consecuencia de esta falta de gas se encuentran fuera de servicio las centrales eléctricas a gas de los estados Anzoátegui, Sucre y Nueva Esparta; el complejo petroquímico Jose; las plantas petroquímicas Metor I y Metor II y Fertinitro; las plantas de fraccionamiento y extracción de líquidos asociadas al complejo Muscar, como San Joaquín y Santa Bárbara. También se encuentra paralizado el suministro de gas a las empresas básicas de Guayana», publicó Efecto Cocuyo el 20 de noviembre, citando un informe de la firma SyP Global.

Venezuela podrá tener las más grandes reservas petroleras del planeta, pero «la nueva» Pdvsa disminuida en todas sus capacidades carece hoy de aquellas virtudes y experticias que la hicieron la petrolera estatal más eficiente de la región, algunos dicen que del mundo, por encima de la Petrobras brasilera y la Pemex mexicana. No cabe comparación posible.

*Lea también: Pdvsa evalúa impacto operacional tras incendio de gasoducto en Monagas

Chávez, con su retórica guerrista, marcó a Pdvsa como «una colina que hay que tomar» y lo logró. Cuando también despojó de su autonomía al BCV tuvo el uso más discrecional, corrupto y dispendioso de los ingresos del país. En medio de la gran confrontación política que azuzó despidió 18 mil trabajadores petroleros y surgió «la nueva Pdvsa». Por allí despilfarró la más increíble oportunidad de oro para transformar a Venezuela. Sus sucesores profundizaron al extremo el fracaso y hoy, derrotados en las urnas de votación el 28 de julio, se niegan a entregar el poder de un país en escombros.

Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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