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La misa que oficiaba monseñor Jesús González de Zárate terminó de manera abrupta cuando funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) entraron a la iglesia San Baltasar de Cumaná, donde nació el obispo, luego que éste junto a la organización Cáritas repartiera ayuda humanitaria a los damnificados por la crecida del río Manzanares.
Monseñor, arzobispo de Valencia desde que el papa Francisco lo designara hace un mes, había estado el día anterior en las comunidades de Cumanacoa, donde hay decenas de damnificados por la corriente de agua que arrastró a personas y viviendas enteras durante el paso del huracán Beryl.
Uniformados militares interrumpieron la homilía y advirtieron a González Zárate que el único autorizado para repartir ayuda a los afectados era el gobernante Nicolás Maduro.
Ante el asombro y los gritos de los feligreses, que oraban por Cumanacoa, los funcionarios respondieron de manera insultante y la iglesia debió ser cerrada. Antes de retirarse, la GNB exigió a monseñor que se marchara del lugar, así como la organización Cáritas.
Los voluntarios repartían agua, comida y medicamentos. La Iglesia exigió “respeto a los hermanos que en la bondad de Dios dan una mano amiga a los afectados en Cumanacoa.
Días antes, el obispo de Maturín y director de Cáritas, Gerónimo Sifontes, había publicado una conmovedora carta con lo que vio en Cumanacoa.
Hermanos, muy buenas noches.
Un poco contarles la experiencia impactante del día de hoy.
Acabamos de llegar de Cumanacoa nos acaban de conseguir un lugar para bañarnos y pasar la noche, quitarnos el charco de encima por eso no contestaba. El impacto psicológico de la gente es muy fuerte, tanto por el nivel de devastación que nunca habían vivido como por las pérdidas humanas. El haberse quedado sin techo, sin ropa y sin sus medicinas es un gran dolor, pero es mucho más el desespero de querer encontrar a sus familiares desaparecidos, que no se sabe si están vivo o muertos, si ya desembocaron en el mar o están tapizados por el nivel del lodo.
Ya en el centro de Cumanacoa tenemos que andar con tapabocas porque el olor a carne humana descompuesta ya comienza a percibirse más insoportable. Hay tres refugios que intentan brindar apoyo a los damnificados, pero es tanto el trauma que los damnificados al percibir un poco de lluvia entran en pánico y huyen a la calle a buscar otro lugar «seguro».
El gobierno ha politizado todo esto, de todo quiere hacer un show y un espectáculo, no dejan entrar la comida y espera que la gente caiga en desesperación para salir como los salvadores. La gente está desesperada y los enfrenta, hay sectores muy lejanos donde no ha habido acceso porque aún las calles están llenas de escombros que dejó el río: muebles, camas, neveras, animales en descomposición, colchones, camas y el lodo de casi 50 CM.
La intervención gubernamental es entorpecedora, mal coordinada, tanto que hoy tuvieron que instalar el estado mayor de gestión de desastres aquí al frente de la iglesia de Cumanacoa para poder reparar lo que están haciendo mal y agilizar el proceso de soluciones reales. Trajimos nuestros médicos y ni a los médicos nuestros ni los de Cáritas Cumaná nos permitieron ofrecer el servicio porque ellos lo tienen todo cubierto y además que si pasa un brote epidémico aquí. La gente tiene rabia, dolor, impotencia, desespero.
Lo que nosotros hemos hecho es sumarnos a descargar las ayudan que están llegando de las otras diócesis del país, nos dedicamos a llevar ayuda a los refugios, los médicos se desplegaron clandestinamente a curar las heridas de la gente. Nos acercamos a conversar con las víctimas para escucharlos y consolarlos dándoles una Palabra de Esperanza Cristiana. Mañana vamos a ayudar removiendo escombros de las casas de las personas, llevar comida a la gente del centro y seguir visitando. Nos regresamos mañana en horas de las 4 de la tarde.
Aquí hace falta mucha agua, unos implementos para remover el espeso charco, ( palas, Aragan, escobas) y medicinas, artículos de aseo personal. Y por supuesto comida.
La furia y el caudal de agua con lo que esté río inundó todas las calles hasta subir a un nivel de 1,50 metros de altura fue descomunal, increíble. Destruyó la economía, los colegios, la vialidad, En nombre de nuestra Diócesis y de todos los que colaboran con la recuperación material y la oración oportuna Gracias por Ayudarnos a Ayudar.
Informe del Padre Gerónimo Sifontes, Director de Caritas Maturín, desde el pueblo de Cumanacoa en este momento.
Con información de NTN24