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De la oscuridad y el horror normalizados al rescate de la libertad y la decencia

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Autora: Marta de la Vega

Estamos en las últimas horas del año 2024. Este ha sido un año difícil, de demasiados sufrimientos y también de logros extraordinarios, como destaca en su proclama dirigida a militares y policías nuestra lideresa María Corina Machado, que ha revelado, más allá del horror y la brutal represión recrudecidos después del 28 de julio pasado, que ha resurgido un ciudadano consciente, maduro, generoso, solidario, compasivo y capaz de arriesgar su propia vida por alcanzar, en el doloroso proceso de lucha por la democracia y la libertad, que prevalezcan la voluntad decidida de cambio, la verdad y, pacíficamente, pese a los extremos inimaginados de terrorismo de estado y de crueldad de la tiranía en su afán de perpetuarse en el poder, la exigencia al respeto por la soberanía popular.

Igualmente, este 2024 ha despertado en forma creciente una fuerza cívica de carácter ético en la manera de relacionarse los ciudadanos con los dirigentes políticos, que ha desenmascarado el utilitarismo acomodaticio, la anomia moral y las componendas demagógicas y clientelares de estos últimos para preservar sus parcelas de poder. Cada vez más gente de bien, en aras de recuperar la decencia y la dignidad, se ha deslastrado de la miopía de los políticos populistas, del inmediatismo y la complacencia de los que pretenden mantenerse en la dirección y en la dinámica política manipulando a los ciudadanos y a costa de estos, por un pragmatismo ramplón que prefiere “doblarse para no partirse”.

El triunfo electoral de Edmundo González Urrutia ha servido además, a quienes queremos profundizar una democracia exigente, construir instituciones sólidas y afianzar un genuino Estado de Derecho, para sacudirse de la falsa oposición y afianzar la convicción de que el verdadero sentido y función de los liderazgos es inspirar, apoyar, acompañar, servir y construir, no pedir ni prometer retóricamente ni mentir; para saber quiénes son los farsantes que entre las fuerzas democráticas no son dignos de ser considerados demócratas.

Como subraya en entrevista con Anne Appelbaum María Corina, quien reconoce que el precio ha sido muy alto, doloroso y peligroso también, “el 28 de julio no fue solo un evento. Es un proceso que ha unido nuestro país. Y sin importar cuántos días tome, Venezuela ha cambiado para siempre y para bien”. La historiadora destaca: “Su equipo, con sus líderes en todo el país, construyó no solo un movimiento por un candidato o una elección, sino un movimiento por un cambio permanente. La magnitud de sus logros, el número de personas involucradas y su alcance geográfico y socioeconómico, sería notable en una democracia liberal. En un estado autoritario, este proyecto es formidable”.

Tomo de X observaciones de personas a quienes respeto y leo, porque en estos momentos históricos decisivos para Venezuela, es importante destacar lo esencial y, sobre todo, no olvidar. “Los mismos que se sumaron a la comparsa del referendo del Esequibo, los mismos que no se atrevieron a medirse en la elección primaria, los mismos que intentaron imponer al candidato ‘potable’, los mismos que intentaron borrar a María Corina Machado de la campaña recortándola de las fotos, los mismos que decían que no habría suficientes testigos para el 28 de julio, son los mismos que ahora dicen que hay que bajar la cabeza”. Son, en buena parte, quienes se han reunido para supuestos diálogos o han organizado conciliábulos en el palacio de Miraflores arrogándose la representación, que nadie les ha dado, de los diversos sectores que integramos la sociedad civil, para pasar la página, “normalizar” la cohabitación con los usurpadores, prepararse para las elecciones regionales y postergar la lucha por una democracia plena y libertaria hasta 2030.

Otro agudo observador político se pregunta: “¿Qué tipo de negociación política hicieron otra vez con el chavismo, de espaldas a la sociedad, para mostrar esos niveles de mansedumbre y alineación con la agenda de la normalización? Lo que estamos viendo es miserable, pero eso no los salvaría de la maquinaria de persecución.”

No hay duda de que los venezolanos hemos aprendido martirizados por la persecución y la crueldad perversas, la depravación de las nuevas élites dominantes, la arbitrariedad y la transgresión convertidas en norma, con destrucción de instituciones, colapso de servicios públicos e infraestructura, abandono de las obligaciones constitucionales que competen al Estado, que la gente cambió; ha habido más que un cambio antropológico, ha sido una transformación estructural de la cultura política de los venezolanos, un resurgimiento de los principios de ética social basados, no en el “sálvese quien pueda” y en el “vale todo”, sino en la solidaridad, la confianza, la empatía, la vocación pacífica y cívica, los valores de respeto al otro y a la diversidad, en contraste con los valores predominantes de una democracia populista y complaciente con la corrupción y el amiguismo, que condujeron, con la llegada del chavismo, no la profundización de la democracia, dignificación de los excluidos por una deuda social acumulada, redención y transparencia, sino la ruina moral y material de Venezuela.

Hoy, a punto de que comience enero de 2025, vislumbramos, pese al horror de los últimos días, “los rosados dedos de la aurora”, en palabras de Homero, que emergen desde la más abyecta y oscura tiranía y apuntan, de la mano de María Corina Machado como vicepresidenta de la república y la presidencia de Edmundo González Urrutia, hacia la consolidación de una ciudadanía consciente de su deberes e impulsada por un nuevo liderazgo político inspirador, hecho de coraje, generosidad, valentía, preparación e integridad, para construir juntos, cada uno desde sus posibilidades y talentos, una luminosa libertad fortalecida por los valores éticos, cívicos y democráticos para que florezca y prevalezca una convivencia forjada de decencia, equidad y justicia.

Marta de la Vega es investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora Titular en la USB y en la UCAB

TalCual no se hace responsable por ni suscribe las opiniones emitidas por el autor de este artículo.

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