Hay una gran expectativa acerca de lo que pasará a partir del 20 de enero, fecha
estipulada para la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados
Unidos. La atención es mundial y tiene algo de zozobra. El personaje es impredecible, se
dice. En realidad, se pueden hacer aproximaciones bastante ajustadas a la luz de las
declaraciones que el propio Trump ha hecho acerca de las líneas gruesas de su próxima
gestión: la cuestión de los migrantes, en especial, los latinos; su exigencia acerca del canal
de Panamá, Canadá y Groenlandia, los impuestos aduanales a productos chinos, la
definición de su contradicción principal en China, su objetivo de conseguir la paz en
Ucrania gracias a su fluida relación con Putin y su renuencia a seguir “manteniendo” a la
OTAN. Además, se pueden leer los comentarios acerca de su trayectoria y la de sus
principales colaboradores, empezando por su vicepresidente, J.D. Vance, de quien se
habla de su “sólida formación” académica y política-ideológica. En Venezuela, tanto el
régimen militar-policial, como la oposición (o las oposiciones) quisieran un buen trato.
Para el primero, una relación “pragmática y negociante” que cambie petróleo y demás
riquezas minerales, por reconocimiento de la presidencia de Maduro; para la segunda (s),
un apoyo “contundente” a EGU y MCM. Incluso, aparecieron Uribe y López llamando a
una intervención armada.
Por esas expectativas, resulta de interés conocer las que tiene Alexander Dugin, uno de los
más importantes filósofos políticos rusos y asesor de Putin, acerca de lo que le deparará a
la Humanidad el nuevo período de Trump. Ya Dugin ha sido objeto de varios comentarios
míos. Conocemos su libro principal “La cuarta teoría política”, donde desarrolla la tesis de
la necesidad de confeccionar una nueva ideología, después del descarte del comunismo, el
fascismo y el liberalismo, a partir de una especie de bricollage (corte y pegue de retazos a
mano) de elementos procedentes de las tradiciones de cada país, un relanzamiento de la
religión ortodoxa, un nacionalismo que retoma las aspiraciones imperiales rusas y un anti-
liberalismo furioso, además de su admiración hacia Putin y la “Operación Militar especial”
en Ucrania. He estado siguiendo sus artículos, ensayos y entrevistas, donde ha expresado
sus consideraciones acerca del Islam, China e incluso América Latina. Me parece que es,
junto al italiano Fusaro, uno de los máximos representantes de la contemporánea
corriente naz-bol (mezcla indigesta de comunismo y fascismo) que construye los
fundamentos de la “nueva derecha” europea, la cual puede ser enriquecida también con
los “aportes” de los nuevos pensadores reaccionarios norteamericanos que respaldan lo
que Dugin llama el “trumpismo”. Estimo que conocer esto es imprescindible para
cualquiera que quiera actualizarse en los rasgos de la actualidad política, en Venezuela y
todo el mundo. Me basaré, para este artículo, en una entrevista reciente de la agencia
Sputnik al mencionado personaje.
Para Dugin, en primer lugar, el triunfo de Trump no es solo el de un individuo, sino de toda
una corriente política (el trumpismo) enfrentada a lo que llama “globalismo”. Esta derrota
de los globalistas tendrá un remate, una “persecución en caliente”, que pasa por la
condena del hijo de Biden, revelaciones espantosas de pedofilia. Augura el filósofo ruso un
gran número de casos criminales, arrestos y ejecuciones en la silla eléctrica estarán en
pleno apogeo en algunos de los Estados que todavía permiten la pena de muerte. “A los
liberales”, dice Dugin,” los trumpistas de a pie los llaman “la élite pedófila”. Y esta élite
pedófila ahora será juzgada en Estados Unidos”. Esto puede conectarse con los augurios
de guerra civil que han hecho varios científicos sociales norteamericanos, entre ellos Peter
Turchin, quien inventó un modelo estadístico para hacer predicciones sociopolíticas.
Y continúa diciendo Dugin: esa misma “élite pedófila” controla muchos países de Europa:
Inglaterra, Francia, Alemania. Pero esa no es la principal preocupación de Trump. China, el
mundo islámico, Israel e India son mucho más importantes para Trump. Pero Rusia no es
muy importante. El nuevo presidente norteamericano respeta a Putin. Todas las
esperanzas de Zelensky de que Trump vendrá y pondrá las cosas en orden a favor del
régimen de Kiev no tienen ninguna base. Los ucranianos, incluso con el apoyo de los
restantes regímenes globalistas de la Unión Europea se encontrarán sin una gigantesca y
definitoria ayuda estadounidense.
Trump viene ahora junto con los “trumpistas”, con “una nueva ideología” que ha guiado
una reevaluación fundamental acerca de Europa. Figuras como Orban en Hungría, Fico en
Eslovaquia, Meloni en Italia (que originalmente era un derechista que llegó al poder en
medio de una ola de consignas tradicionalistas de extrema derecha, aunque luego se
tambaleó), Farage en Gran Bretaña, Marine Le Pen en Francia, Alternativa para Alemania y
Alice Weidel, son posibles aliados de Trump y de la nueva administración estadounidense.
En conjunto todos ellos serían una sólida “Alternativa para Europa”. Musk ya ha
anunciado la línea: Estados Unidos debe intervenir en Europa contra la “elite liberal y
globalista”.
Para Dugin, el trumpismo es solo un esbozo de algo que todavía está en gestación. Se
trataría de una cosmovisión particular que tiene unos rasgos distintivos y que se formó
gradualmente. Es un fenómeno de masas que va más allá del tradicional conservadurismo
estadounidense. Son partidarios de los valores tradicionales contra el progresismo, la
tendencia woke (incluido el feminismo y el movimiento LGTB; por cierto, prohibidos en
Rusia). Rechazan la migración, identificándola con perversión, destrucción de los limites
tradicionales. El trumpismo sostiene que es necesario cambiar el rumbo de la civilización
occidental y en especial de Estados Unidos; abandonar los valores liberales y progresistas
y retomar los valores más tradicionales. Por ello “defiende la familia”; toda pareja que no
sea hombre y mujer es una perversión que hay que castigar.
El trumpismo defiende que el valor supremo es la soberanía de Estados Unidos. La
ideología liberal, incluso más allá de las consideraciones puramente económicas, apoya y
fomente la inmigración como un medio para promocionar los derechos humanos, ya que
toda persona es un ciudadano independientemente del Estado al que pertenezca. Esa es
la base individualista de la ideología liberal. los trumpistas dicen… no más inmigración
ilegal. Solo inmigrantes legales, de calidad, gente que reconozca los valores americanos,
que sean buenos para la sociedad. La migración llevó a EEUU a un verdadero desastre.
Aparecieron ciudades llenas de drogadictos y delincuentes y pervertidos, todos ellos
legalizados.
¿Y cómo quedamos nosotros, los latinoamericanos, los venezolanos, ahí? La “tradición”
más importante acerca de las relaciones de los EEUU con esta parte del mundo es la
“Doctrina Monroe”. Lo más probable es que esa “defensa de la tradición” que tanto
emociona a Dugin, se refiera a esto. Por cierto, que el filósofo afirma que la idea de
imperio no es desagradable para ellos, los rusos, porque tiene una connotación positivade
recuperación del poderío de cuando el zarismo. Por otra parte, si Trump “respeta” a Putin,
cabe pensar en un reparto: “Okey, Putin, te quedas con Ucrania. Yo me quedo con
Panamá, Groenlandia y con nuestro Patio Trasero, de donde sacaremos a los chinos”.
Porque China es una de las principales preocupaciones de Trump y los grandes capitales
asiáticos ya están, desde hace tiempo, en América Latina: Brasil es su principal socio
comercial y Xi Jin Ping acaba de inaugurar un megapuerto en las costas del Pacífico de
Perú. Ni hablar de las inversiones chinas en el resto del continente. Si hasta Ortega estaba
mendigando capitales chinos para financiar su siempre llevado y traído proyecto de canal
de Nicaragua.
Así que a actualizar los esquemas de análisis. Tanto nuestra derecha como nuestra
izquierda, en todos sus matices y mezclas, tienen que hacerlo, en medio de esta lucha por
la democracia y contra el autoritarismo.