“Recesión es cuando tu vecino pierde el empleo. Depresión es cuando tu pierdes el empleo. Y recuperación cuando Jimmy Carter pierda el suyo”. Ronald Reagan
1. Presenciamos el declive de la democracia y no es la primera vez. Lo mismo se vivía durante la presidencia de Jimmy Carter, un buen hombre, pero lamentable gobernante y último eslabón de la herencia ruinosa dejada por Franklin D. Roosevelt. La bibliografía experta de la época, anunciaba, con razón, el triunfo inminente de la URSS en el dominio mundial. Ante los regímenes representativos se levantan hoy los llamados por Giovanni Sartori, y luego por otros autores, “sistemas híbridos”, mixtura de autoritarismo y democracia en dosis variables. La razón principal es que el autoritarismo aprendió de sus fracasos operativos y se decidió a jugar el juego democrático sin cambiar de fines. Las acciones terroristas de ETA, Ejército Republicano Irlandés, Brigadas Rojas italianas, Baader Meinhof de Alemania y Ejército Rojo japonés durante el último tercio del siglo pasado, se la ponían relativamente fácil a los aparatos policiales en los países desarrollados, por afectar inocentes. Igual hacía el foquismo guevarista, explicado en el libro Revolución en la revolución de Regis Debray.
2. Lo mismo la guerrilla de calle del brasilero Carlos Marighella (pupilo de Mao), autor del Antimanual del guerrillero urbano, y sus camaradas Joaquín Ferreira y Ana María Nacinovic. Derrotada la lucha armada en Iberoamérica, la apuesta de los revolucionarios se pasó al militarismo de izquierda, Velasco Alvarado en Perú (1968-1975), Juan José Torres en Bolivia (1970-1971) y Omar Torrijos en Panamá (1968-1981), todos desastrosos. El Partido Socialista Chileno de Allende (1970-1073) combinó la lucha pacífica con violencia en su trágico gobierno. Aunque diversos grupos participaban en las elecciones de sus países, es en los 2000 cuando cuaja una izquierda electoral poderosa en la región, detrás de planteamientos hiperdemocráticos según la tesis de Antonio Negri que homologaba constituyente y revolución, un envoltorio seductor que contenía la destrucción del orden. Las fuerzas del equilibrio en Europa declinan, el “centro” político, democristianos, socialdemócratas alemanes, suecos, noruegos, daneses, porque después de la brillante generación que gobernó en los 80s e inició reformas estructurales, las posteriores se ahogaron en la inercia y las dejan inconclusas.
3. Europa fracasa y para sobrevivir, a partir de los 2000 se conforma paulatinamente una extraña fusión ideológica de grandes magnates con la extrema izquierda y el centro en una nueva fórmula, la posmodernidad de los sucesores de Foucault: wokismo, fundamentalismo ambiental, pederastia ideológica, femifascismo, política “de género”, migracionismo, transexualismo, censura cultural y transhumanismo. El Partido Demócrata de EE. UU y el gobierno de la Unión Europea, impulsados por el megamultimillonario George Soros, se convierten en los principales propulsores del wokismo. A quienes defienden los valores históricos de la normalidad contra el extremo, los ubican ahora en “la derecha”, “fascistas”, pero comienzan a canalizar la respuesta de la sociedad normal contra las patologías políticas. Nunca en EE. UU, por ejemplo, había ganado con el voto popular un personaje tan complicado como Donald Trump. Es cierto que la primera potencia mundial, con intereses en todos los rincones del planeta, se envuelve en demasiados conflictos, es tan de cuidado como tener de mascota un tigre y ha intervenido militarmente en muchas partes.
4. Teodoro Roosevelt, tenido como quintaesencia del imperialismo, en su famosa alocución de 1901 recomienda “habla suavemente, pero con un gran garrote en la mano”. Desde él nadie se había expresado con tanta displicencia por la soberanía y el derecho internacional. Es sencillamente asombroso que eso esté ocurriendo en el siglo XXI. Trump desinforma sobre la construcción del canal de Panamá que atribuye a militares norteamericanos, cuando fueron obreritos de la cuenca del Caribe que morían en masa, tanto que la empresa decidió “diversificarse” hacia exportar cadáveres para universidades europeas. Exhibe el mismo garrote, pero además grita a toda madre. Luego de que Biden provoca la invasión a Ucrania que arrastra, a su vez, la destrucción de Europa y crea la leyenda de que hay que parar a Rusia por imperialista, la advertencia de una posible intervención de Groenlandia, Canadá y Panamá no es Putin sino Trump. A diferencia de lo que recomienda el sentido sabio (el sentido común no existe) Trump usa los prefacios de su gobierno para inyectar mayor inestabilidad a un planeta que atraviesa un cambio de piel.
5. La amenaza de tomar Groenlandia, aunque parezca una boutade, es perfectamente posible. Esa isla, que tiene una extensión equivalente a Francia, España, Alemania, Italia y Bélgica juntas, mantiene un tipo de relación jurídica con Dinamarca que le permite en cualquier momento reclamar su independencia. Seguramente los asesores de Trump piensan en el mismo diseño que se utilizó para anexar California y Texas en el siglo XIX. El canciller francés declaró solemnemente, que “Groenlandia no estaba en venta y el territorio de la Unión Europea era inviolable”, de lo que cualquiera es libre de reírse. Nos recuerda que en reciente visita de Zelensky a EE. UU, a pasar su alcancía, dijo que “Ucrania era un país soberano” y Elon Musk comentó que “admiraba su sentido del humor”. Trump parece ser el Némesis de Reagan y Clinton, quienes impulsaron una revolución económico-tecnológica en EE. UU y en el planeta gracias a la apertura de los mercados, la globalización, milagro que redujo dramáticamente la pobreza.
6. Trump manifiesta intenciones, ojalá no se cumplan, exactamente de lo contrario: como un coronel africano, habla de progreso y de fortalecer su país cerrándolo económicamente, modelo tradicional de populistas, nacionalistas a los que hemos visto por docenas caer o huir después de dejar en ruinas sus naciones, salvando las diferencias del entorno. Y olvida, mucho más grave, la historia reciente de su propio país hasta que lo rescató Ronald Reagan. El problema principal es que al frente está China, con una economía expansiva y abierta, que aprovechará todas las agresiones arancelarias de su adversario contra los demás países para quitarle mercados. Como en cualquier experiencia nacionalista populista, seguro que imponer tasas aduaneras a los productos extranjeros, proporcionará recursos y una mejoría coyuntural, pero la economía perderá competitividad. Insinúa jocosamente anexarse Canadá y hostiliza a México, con lo que pone en peligro nada menos que el tratado de libre comercio ALCA. La decadencia de la democracia toma cuerpo en que la primera potencia mundial tiene una deuda trillonaria que según J.P Morgan es impagable y el nuevo presidente no es un demócrata.
7. El país está montado en una pirámide de Ponzi, basada en la impresión incontrolable de moneda que tiende al colapso. Lo han tomado mafias del fentanilo y en varios estados prolifera gente que vive en las calles, como California, Pensilvania, Nueva York. Un presidente que desacredita al máximo las instituciones, el sistema político quiso hacer fraude, abrumadoramente controla los poderes y cuya mentalidad económica es populista. Trump pretende gobernar infundiendo miedo, pero parece desconocer que tiene al frente los BRICs que aún no termina de perfilarse, al parecer a la espera de la nueva política norteamericana. Si Trump gobierna como dice que lo hará, es muy posible que hasta Francia y Japón terminen en el nuevo bloque. Entre las grandes potencias, ni EE. UU, ni China ni Rusia tiene presidentes democráticos y solo el de la India parece serlo, aunque con insuficiencias, según índice de The Economist.
@CarlosRaulHer
EL UNIVERSAL