Escribo este artículo, el primero del año, en medio de una fuerte virosis (dicen algunos que es culpa del polvo del Sahara), a escasos día del 10 de enero que se ha convertido en la fecha más esperada por todos.
Debo confesar que me embarga el optimismo, al igual que a millones de coterráneos, por las palabras expresadas por Edmundo González de venir a juramentarse en Venezuela para hacer cumplir la voluntad general de los venezolanos.
Es lo que se respira en todos lados y los fraudulentos lo saben. Están en un callejón sin salida y buscan morir con las botas puestas. Montan festines y no les va nadie. Cercan todas los accesos de la Gran Caracas con un portentoso operativo policía, como estrategia de infundir miedo colectivo, pero la gente está a la expectativa de lo que pueda hacer el Presidente electo para recuperar la democracia en nuestro país.
Toda Venezuela muestra el rostro de la esperanza para ver de vuelta a mi José de sus hijos que se fueron en busca de un destino mejor. Los ciudadanos, independientemente de su credo y pensamiento político, desean una nación donde funcionen los servicios públicos de manera eficiente y sus instituciones. Un país que brinde oportunidades de empleos productivos, educación de calidad, innovación tecnológica, inversiones a granel y convivencia social.
Es el país que está a punto de renacer para desaparecer las sombras de la barbarie, la intolerancia y la mediocridad. El horizonte se avizora prometedor y lleno de grandes bendiciones para los que hoy seguimos de pie y los que han de venir. Ese optimismo contagiante debemos acompañarlo con acción para que se respete la soberanía popular y podamos cristalizar nuestra libertad como nación.
COSTA DEL SOL