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La Abstención NO es una Opción..Por: Gustavo Márquez Marín ..8 DE MARZO

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El desencanto y la apatía que embarga a muchos de los que votaron por el cambio político el pasado 28 de julio, no es solo consecuencia del “arrebatón electoral” que escenificó el partido-Estado,   también se debe a la confusión  e incertidumbre creada por la carencia, en el liderazgo opositor que obtuvo la mayor votación, de una estrategia dirigida a unificar a la oposición y al movimiento popular en general, en torno a una respuesta contundente de largo aliento, considerando la altísima probabilidad que existía de que al sentirse acorralado, la cúpula del partido-Estado optaría por atrincherarse en el poder. Una estrategia que además prever la movilización para protestar y exigir enérgicamente el respeto a la soberanía popular, asumiese la victoria electoral como un hito histórico memorable, testimonio del poder del voto como instrumento colectivo de transformación y de cambio, pero reconociendo con los pies en la tierra, que la correlación de fuerza está determinada por el dominio total del aparato del Estado por el gobierno de Maduro. Ésta dinámica apuntaba hacia una transición negociada partiendo de un reconocimiento mutuo. Sin embargo, esta lógica política no estuvo presente en el discurso opositor “radical” de MCM, impregnado de un voluntarismo delirante “empoderado” por el apoyo del gobierno de EEUU y sus aliados. La polarización hizo posible que el alto rechazo a Maduro se convirtiera en una victoria electoral de EGU pero no legitimada por el CNE. Con ello se abrió un nuevo escenario político que está exigiendo del liderazgo opositor un replanteo de la estrategia con el fin de darle continuidad a la lucha del pueblo venezolano por el cambio político. Una estrategia, pensada a mediano y largo plazo, sin desviarse de la ruta democrática, que permita avanzar en un proceso de acumulación de fuerza a través de las luchas en defensa de las garantías sociales, los derechos humanos y libertades políticas que se resumen en la defensa de la Constitución.

En éste nuevo escenario, el juego político que tiene sentido para el país no es mantener la polarización entre dos corrientes políticas que se disputan el poder, sino avanzar hacia una repolarización entre el gobierno autoritario cívico-militar-policial de Nicolás Maduro y la sociedad democrática unida, en todo su espectro plural y diverso, en torno a la defensa de la Constitución y la soberanía nacional. Unida para enfrentar los intereses geopolíticos externos que pretenden imponer sus intereses violentando la autodeterminación del Estado Nación venezolano, pero también, para enfrentar el proyecto totalitario que pretende imponer la cúpula gobernante, burlando la soberanía popular mediante un fraude a la Constitución. Una estrategia enfocada en la lucha pacífica y la resistencia cívica, para exigir el respeto a los derechos humanos y las conquistas sociales consagradas en la carta magna. Una estrategia nacionalista deslindada de los “espejismos” y “falsas” salidas” basadas en intervenciones extranjeras, golpes palaciegos y guerras proxys, las cuales siempre aterrizan en derramamiento de sangre y en el reparto del poder entre los “donantes solidarios” en detrimento de la soberanía y los intereses de la Nación.

En este escenario tan complejo y difícil, María Corina Machado y su alter ego, Edmundo González Urrutia, reiteraron la que ha sido la posición inmediatista de ese sector de la oposición en los últimos 20 años, que “el régimen está a punto de caer” y la presión de la llamada “comunidad internacional”, encabezada actualmente por Donald Trump, le dará el jaque mate. A ella acuden de nuevo para “rogarle” que apliquen más sanciones y la intervención de una fuerza transaccional que le “entregue el poder a Edmundo González”, sin importarles el terrible daño que causan a la Nación. En ese plan, el pueblo y a la sociedad democrática organizada no tienen asignado ningún papel protagónico, a lo sumo el papel de “extra” o mero espectador. Ella se siente investida de una de un liderazgo “mesiánico”, de hecho, actúa de oficio como la “vocera del pueblo venezolano” intentando imponer su visión política sectaria, haciendo caso omiso de la diversidad y pluralidad de la sociedad venezolana y por ende, de la oposición como expresión de ella. Este llamando a la abstención en la próxima elección convocada por el CNE para el próximo 25 de mayo y como como corresponde a su “talante democrático”, se ha permitido estigmatizar a todo aquella o aquel que la contradiga. Una posición que en lugar de unir a la oposición tiende a dividirla más de lo que está. Pareciera que su interés no es lograr el cambio político, por el que votaron mayoritariamente los venezolanos y venezolanas, sino satisfacer su ambición de poder individual incluso a costa de sacrificar el bienestar del pueblo venezolano. Es absurdo insistir en la política desmovilizadora de la abstención que solo ha servido para fortalecer al gobierno y ha sido completamente ineficaz para deslegitimarlo frente a la comunidad internacional. Es la repetición de la estrategia fallida del tristemente célebre «gobierno interino” corrupto de Juan Guaidó.

La participación política de los ciudadanos es la esencia de la democracia. El ejercicio del sufragio directo y secreto es el más poderoso mecanismo de delegación a representación popular. El llamado a la abstención, promovido por MCM y EGU, sin presentar una opción distinta a la de pedirle “máxima presión” al gobierno de EEUU y sus aliados, desnuda el carácter antinacional de ese liderazgo. Eso explica su falta de voluntad para desarrollar internamente una política que unifique a la sociedad democrática con el fin de darle continuidad a la lucha por el rescate de la democracia y la Constitución. Por otro lado, el gobierno como es su costumbre está jugando duro para estimular la abstención porque solo así podría, incluso sin hacer trampas, siendo una minoría podría imponerse fácilmente sobre la mayoría que desea el cambio. Esta vez esa política abstencionista tiene el agravante de que está cabalgando el sentimiento de frustración e incertidumbre creado en la población por “la vuelta” que le dio el partido-Estado a la elección del 28J. De tener éxito lo único que lograría es facilitarle al gobierno que, tal como ocurrió en 2020, obtenga la mayoría calificada en la AN que le hará posible designar al resto de los poderes públicos y controlar en el territorio la mayoría de gobernaciones y alcaldías. cediéndole gratuitamente al partido-Estado espacios desde los cuales sería posible hacer trabajar en función del cambio. En este contexto, el partido-Estado adelanta una ofensiva acelerada intentando “pasar la página” de su ilegitimidad de origen para mostrar una “legitimidad renovada” si arrasa en la elección del 25M y aprovechando ese “viento de cola” aterrizar en el referéndum que le permitirá legitimar una nueva constitución hecha   a la medida del régimen totalitario en construcción.

La elección convocada para el 25M no es una concesión graciosa del partido-Estado. Es un derecho constitucional que garantiza el ejercicio de la soberanía popular a través la renovación periódica de los poderes públicos. La actual situación está caracterizada por la existencia de un régimen que persigue la disidencia y encarcela a quien exija el cumplimiento de la Constitución. Está cerrando todos los espacios que permite la libertad de participación política. De ahí la importancia de no abandonar ningún resquicio de participación democrática, más allá de las provocaciones, obstáculos y trabas que pone el partido-Estado para desmotivar el ejercicio del voto y mucho menos, cuando se trata de una maga elección en la cual se está jugando la composición del parlamento nacional y el control político-institucional en el territorio. Quienes promueven la abstención, argumentan que participar es equivalente a “pasar la página” del fraude electoral del 28J y legitimar al régimen de Maduro, pero en realidad es todo lo contrario. Hay que visualizar el proceso electoral del 25M como una oportunidad realizar gran manifestación cívica que reafirme el rechazo al régimen, la soberanía popular y la voluntad de cambio que se expresó el pasado 28J. La abstención no es una opción para darle continuidad a la lucha de los venezolanos por el cambio siguiendo la ruta democrática. Por el contrario, enviaría la señal de que las fuerzas del cambio están abandonando el terreno del juego para ceder nuestra soberanía a “terceros” a fin de que éstos, atendiendo sus propios intereses, decidan por la fuerza el destino del país. 


APORREA

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