Los atropellos y acciones disparatadas a que ha llegado el chavo-madurismo para eludir el mandato popular de dejar el poder, se pierden de vista. Luego de pactar en Barbados la realización de elecciones libres –asumidas por ellos como simple formalidad en aras de lavarse la cara, no como apego a la alternabilidad democrática–, desatan una ristra de desmanes en respuesta a la abrumadora victoria de María Corina Machado en la primaria del 22-10 y al entusiasmo que, a partir de entonces, no ha dejado de crecer en torno a la inevitabilidad del triunfo democrático.
El estúpido dictamen del tsj (¡no merece mayúsculas!) de que esa primaria «no existió» (¿?), fue seguido por la inhabilitación de MCM, la imposibilidad de inscribir como candidata a Corina Yoris y la miserable retaliación, con todo el poder del Estado, a vendedoras de empanadas, canoeros, hoteleros y otros venezolanos humildes—por haber prestado sus servicios a María Corina y a su equipo en sus giras por el interior.
Si bien no se han atrevido –hasta ahora– a invalidar la candidatura de Edmundo González Urrutia, han buscado invisibilizarla en los medios formales con el más descarado ventajismo oficial. A él y a MCM le prohíben viajar en avión para llegar a localidades remotas, cierran puentes y caminos, y hasta llegan –¡desde el Estado venezolano!— a cortar la luz durante sus mítines y a destruir carreteras para interrumpir su paso, perjudicando a los moradores de la localidad.
A ello se añade el secuestro, por parte de órganos represivos del Estado, de activistas del movimiento democrático, la inhabilitación de alcaldes que manifiestan su apoyo al cambio, la detención y acoso de periodistas, y la negativa a darle salvoconducto a los líderes democráticos asilados en la embajada de Argentina.
Más bien, Jorge, El Furibundo, denuncia que, desde esa embajada, se planifican acciones de violencia para el día de las elecciones. ¿Anticipo de un posible allanamiento, violando la Convención de Viena? Y, junto a su hermana, Delcy y sin sentido alguno del ridículo, denuncian intentos de sabotear el Puente de Angostura para causar zozobra el 28-7. A ello se añade el intento del presidente del CNE, Elvis Amoroso de culpabilizar a los dos candidatos opositores que no firmaron el acuerdo electoral propuesto por Maduro –Edmundo González Urrutia y Enrique Márquez– de irrespetar la constitución (¡!). Quien no respeta la Carta Magna, sobre todo en lo que respecta a los procedimientos democráticos y se ve obligado a proponer un acuerdo sobre reconocimiento de resultados es otro, a quien ya nadie le cree. Algo se estará tramando.
A propósito, no puede dejarse por fuera, en el medio de esta razzia represiva, la cómica oferta hecha a inversionistas de los Estados Unidos desde las instalaciones de Petroboscán que maneja Chevron:
«Me llamo Nicolás Maduro Moros, soy presidente de la República Bolivariana de Venezuela, hombre de palabra, hombre confiable (negritas mías, HGL). Bienvenida su inversión en Venezuela para que trabajemos por otra relación EE.UU. – Venezuela. El petróleo venezolano de calidad, especial para las refinerías de EE.UU. está aquí, vamos a producirlo juntos, vamos a exportarlo.»
Quienes conocen de cerca la «confianza» y la «palabra» de Maduro son ellos. Han sido confiscados pasando por encima de la ley, desconocidos sus contratos y sufrido el impago de sus acreencias. El que destruyó a Pdvsa y es responsable de que Venezuela pueda perder a Citgo, apoyando las expropiaciones arbitrarias de Chávez y poniéndola como aval al renegociar los bonos 2020, no es, precisamente, el mejor embajador para atraer inversiones extranjeras. ¡Ni garante de elecciones limpias!
Recordemos, además, que siguen presos Javier Tarazona (lleva tres años), Rocío San Miguel (6 meses) y otros 280 presos políticos, más de la mitad de los cuales son militares.
Obviamente, lo que existe en Venezuela no es una «contienda electoral» en el sentido estricto del término. Nadie duda hacia donde apunta la voluntad popular, incluidos Maduro y sus cómplices. Por eso es que desatan los atropellos antes referidos. Al lanzarlo como candidato a la reelección, se sinceraron en que no está en juego ganarse la voluntad mayoritaria en las elecciones del 28-7. Peor candidato imposible, habrían escogido a otro. Repudiado por más del 80% de la población.
El propio Terminator, destructor de uno de los países más prometedores de la región, arruinando a sus mayorías y obligando a más de la cuarta parte de su población a emigrar en busca de mejores condiciones de vida. Los analistas suelen señalar que la magnitud del descalabro sufrido por Venezuela bajo Maduro solo es asimilable a la de países que han sufrido terribles guerras. Pasan por alto el hecho de que eso es, precisamente, lo que Maduro ha provocado, una guerra, pero contra la población venezolana, en nombre de su «revolución».
La única forma de que Maduro se imponga es a través de una cadena de trampas, atropellos y engaños para confiscar la voluntad popular. En última instancia, podría inhabilitar a Edmundo González Urrutia, arrebatar por la fuerza el resultado electoral, o suspender los comicios, alegando razones de seguridad de Estado. Pero para cometer un fraude tan descarado requiere del apoyo de quienes manejan las armas. Y en eso, bajo tutelaje cubano, Maduro se ha venido preparando por años, alimentando la lealtad de una cúpula militar a la que se le ha concedido patente de corso para ampliar su poder, influencia y pecunio.
Y esa cúpula corrupta viene actuando de manera cada vez más abierta para mantener sus privilegios. Al lado del Padrino quien, con golpes de pecho antiimperialistas y pleitesías hacia Putin (el imperialista) jura su lealtad al chavo-madurismo –no a la patria–, se asoma el Jefe del Ceofanb, Domingo Hernández Lárez, para circular personalmente un video trucado que proyecta a MC como enemiga de la FAN.
Están las habituales acusaciones de Remigio Ceballos a la oposición, por cuánto fracaso oficial requiere adjudicación de culpabilidad. Y no pueden dejar de denunciarse los responsables de instrumentar el terrorismo de Estado contra civiles y militares: Iván Hernández Dalá, jefe de la Dgcim, y Gustavo González López, al frente del Sebin. Auxiliados en sus labores de tortura, secuestro y amedrentamiento, eso sí, por el civil, Tarek William Saab, el Torquemada de la «revolución». Y su agresividad se exacerba por saber que difícilmente contarán con la anuencia cómplice del grueso de la familia militar para continuar con sus atropellos. También está harta de tanta privación e injusticia.
La contienda que se presenta es entre un núcleo fascista, violento y tramposo, desesperado ante la perspectiva de perder el poder, y un pueblo hastiado, convencido de la imperiosidad de un cambio político como única solución al estado de miseria e injusticia que padece. Maduro es candidato porque es el único capaz de neutralizar los conflictos causados por las apetencias de las diversas mafias que conforman las alianzas que sostienen a este núcleo. Enquistadas en el Estado, están dispuestas a todo lo que esté a su alcance para permanecer ahí. Se estiman dueños de Venezuela.
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La contienda en juego es cómo contener y/o neutralizar la intención del fascismo de arrebatarle al pueblo su triunfo. Y la única manera de asegurar esta victoria es acumular la fuerza y la determinación suficientes para que el Madurismo entienda que su mejor carta es reconocer la voluntad mayoritaria y negociar su salida en los mejores términos posibles.
A nivel internacional se percibe una inquietud expectante, incluidos los otrora aliados de Maduro y los inversionistas que, tan “cándidamente”, busca atraer a Venezuela, sobre sí los suyos se atreverán a sellar su suerte con un zarpazo. Los ojos están puestos en estas elecciones, no sólo de los “observadores electorales”.
Y aquí hay que sacarse el sombrero ante el coraje, arrojo y la energía desplegada por María Corina Machado en su incansable recorrido por el país, en afianzar la voluntad de cambio entre las mayorías, así como su capacidad por entusiasmar, junto a la firmeza, dignidad y espíritu de compromiso exhibido por el candidato Edmundo González Urrutia, acerca de que, con la incorporación de todos, ese cambio vendrá.
El esfuerzo, decisivo, por organizar a la población en la defensa del voto, con testigos en cada mesa, centro, grupos de apoyo, enlaces, recopilación central y acceso a medios, pondrán a prueba la «palabra» y la «confianza» que Maduro pretende venderles a los incautos. ¿Se atreverá a otra cosa?
Humberto García Larralde es economista, profesor (j) de la Universidad Central de Venezuela.
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