Sha’aban al-Dalou, en la imagen tomándose un selfie con miembros de su familia, murió cuando un bombardeo israelí prendió fuego a su tienda de campaña en el centro de la Franja de Gaza.Información del artículo
- Autor,Fergal Keane
- Título del autor,Corresponsal especial de la BBC
Advertencia: Este artículo contiene descripciones gráficas de muertes y lesiones.
No hay conciencia. No hay humanidad. Sólo hay líderes que miran y no actúan.
Esto es lo que cree Ahmed al-Dalou, mientras las imágenes de su familia ardiendo se repiten en su mente. Dice que su vida ha acabado. Murió en el infierno del complejo de Al Aqsa junto con sus hijos y su esposa en la madrugada del lunes 14 de octubre.
Frente a él, en el suelo, un sudario envuelve el cuerpo de Abdulrahman, de 12 años, su hijo menor.
El niño agonizó durante cuatro días tras el incendio, provocado por un ataque israelí. El día antes de morir, Ahmed lo vio en el hospital y pudo decirle a su padre: «No te preocupes, estoy bien papá… estoy bien. No tengas miedo».
Ahmed medio habla, medio llora, mientras relata lo que le han arrebatado.
«Tres veces intenté sacarlo (a Abdulrahman) del fuego, pero su cuerpo volvía a caer en él».
Su hermano mayor, Sha’aban, de 19 años, y su madre, Alaa, de 37, murieron la noche del incendio.
Sha’aban se convirtió en un nuevo símbolo del terrible sufrimiento de Gaza. Las imágenes de Sha’aban retorciéndose de dolor mientras moría abrasado en la tienda de campaña de la familia dieron la vuelta al mundo en las redes sociales.
Ahmed tiene quemaduras por toda la cara y las manos. El tono de su voz es alto, un sonido agudo. Del piloto anónimo que envió el misil y de los dirigentes que le dieron órdenes, Ahmed asegura que le «rompieron el corazón y el espíritu… Ojalá el fuego me hubiera calcinado».
El ataque se produjo sobre la 01:15 hora local del pasado lunes (22:15 GMT del domingo).
El ejército israelí afirmó que su objetivo era un centro de «mando y control» de Hamás situado en el complejo hospitalario de Al Aqsa, en Deir al Balah, en el centro de la Franja de Gaza.
Cuatro personas murieron en el acto y decenas más resultaron heridas, muchas de ellas con quemaduras graves. Las Fuerzas de Defensa de Israel indicaron que estaban «analizando el incidente».
Un portavoz de la Casa Blanca declaró a CBS News, colaborador de la BBC en Estados Unidos, que las imágenes del incendio son «profundamente inquietantes» y pidió a Israel que haga más para proteger a los civiles.
«Israel tiene la responsabilidad de hacer más para evitar víctimas civiles -y lo que ocurrió aquí es horroroso-, incluso si Hamás estaba operando cerca del hospital en un intento de utilizar a civiles como escudos humanos».
Estados Unidos y otras potencias, entre ellas Reino Unido, han expresado su preocupación por las víctimas civiles desde las primeras fases de la guerra.
Todos los días muere gente calcinada, reventada en pedazos o tiroteada en esta guerra.
La mayoría de las veces la agonía de estas muertes ocurre lejos de las cámaras. Es la frenética búsqueda de supervivientes entre los escombros, las dramáticas escenas en los hospitales o el interminable flujo de funerales lo que captan las cámaras.
Pero la muerte de Sha’aban al-Dalou fue diferente. Se puede ver su mano, saliendo del infierno, una figura envuelta en llamas, retorciéndose y sin que sea posible recibir ayuda.
En los días siguientes a su muerte aparecieron vídeos y fotografías del propio Sha’aban. Era el típico adolescente de su generación, consciente del poder de las redes sociales, experto en grabar su vida cotidiana.
La figura en llamas de la noche del incendio apareció ante el mundo como un adolescente elocuente e inteligente, estudiante de ingeniería informática, un joven que cuidaba de su familia y planeaba una nueva vida fuera de Gaza. Se grabó a sí mismo donando sangre y animó a otros a hacer lo mismo: «Vimos tantos heridos, muchos niños necesitan sangre urgentemente… Lo único que pedimos es un alto el fuego y que acabe esta tragedia«.
Sólo podemos contar la historia de la familia Al-Dalou gracias a nuestro propio periodista local, que fue a reunirse con los supervivientes. Israel no permite el acceso independiente a Gaza a periodistas internacionales, entre ellos los de la BBC.
Impotente ante las llamas
En un vídeo grabado en la tienda donde murió, Sha’aban describió cómo su familia había sido desplazada cinco veces desde que comenzara la guerra hace un año. Tenía dos hermanas y dos hermanos pequeños.
«Vivimos en circunstancias muy duras», explicó. «Sufrimos por varias cosas, como la falta de vivienda, la escasez de alimentos y la extrema escasez de medicamentos».
De fondo, mientras habla, se oye el fuerte zumbido mecánico de un dron de observación israelí, una constante en la banda sonora diaria y nocturna de Gaza.
Mohamed al-Dalou, el hermano de Sha’aban y Abdulrahman que sobrevivió al suceso, declaró a la BBC que había intentado adentrarse en las llamas para rescatar a su hermano mayor.
Pero otras personas heridas le habían retenido, temiendo que él también muriera. Mohamed no dormía en la tienda familiar, sino fuera, en la calle, donde vigilaba sus pertenencias amontonadas.
«Gritaba para que me soltaran, pero fue en vano… La pierna de mi hermano estaba atrapada y no podía liberarse. Creo que lo han visto en el vídeo. Estaba levantando la mano. Era mi hermano. Era mi sostén en este mundo«.
Sha’aban venía a despertarlo para las oraciones de la mañana con una botella de agua y le decía: «Trabajaré por ti».
Mohamed rememora cómo los hermanos montaron un puesto a las puertas del hospital en el que vendían comida que preparaba la familia.
«Lo sacábamos todo adelante con nuestro trabajo duro. Todo lo que teníamos era gracias a nuestro esfuerzo. Conseguíamos comida y bebida… luego todo se perdió».
Vio los cuerpos quemados, pero sólo pudo identificar a su madre. Aunque sus restos habían sido mutilados por el fuego, reconoció un brazalete muy distintivo.
«Sin él, no habría sabido que era mi madre. Tenía la mano separada del cuerpo, pero aún llevaba la pulsera. Se la quité de la mano».
Este es su único recuerdo de la mujer que era «la bondad en nuestro hogar».
La familia al-Dalou está conmocionada. Los supervivientes lloran a los muertos. Nuestro compañero de la BBC preguntó a Mohamed por el coste psicológico de ver morir a sus seres queridos.
«No puedo describirlo. No puedo describir cómo me sentí. Quiero explicárselo a la gente, pero no puedo. No puedo describirlo. Vi a mi hermano ardiendo delante de mí, y a mi madre también».
Luego, como si formulara una pregunta en nombre de los muertos, pregunta: «¿Qué más necesitan y se quedan callados? Nos ven arder y permanecen en silencio».
BBC MUNDO