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País de arcos adoloridos y flechas rotas, por Carlos Alberto Monsalve

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En un reciente informe, presentado por la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU, en Venezuela, se señala que 158 menores de edad fueron detenidos, durante las protestas ocurridas después de las elecciones celebradas el 28 de julio del presente año. Hoy en día, según un boletín emitido por la organización Foro Penal, el día 7 de este mes, aún se encuentran detenidos 70 jóvenes, con edades comprendidas entre los 14 y 17 años.

A todos se les ha ultrajado el derecho de tener un proceso acorde con lo establecido en las leyes de la República, en su condición de ser menores de edad, y algunos de ellos, tal y como lo señala el referido informe, han sido objeto de maltratos, torturas y agresiones sexuales.

En una entrevista, realizada hace pocos días, por la periodista Idania Chirinos, de la emisora NTN 24, a Valentina Ballesta, directora adjunta de investigación para las Américas de Amnistía Internacional, la misma, calificó de «escalofriante» el trato que se les ha dado a estos menores de edad, destacando que «es una de las peores violaciones de derechos humanos que se han documentado en muchos años». En ese mismo parecer, el día 10 de los corrientes, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, hizo publico un comunicado donde expresa su repudio «en los más fuertes términos a las atrocidades cometidas por el régimen de Venezuela contra decenas de niños, niñas y adolescentes en Venezuela», a quien señala de estar «rebajando sus limites de humanidad y decencia a los peores niveles de la barbarie» .

En las redes sociales se han viralizado la tragedia y el dolor, que están viviendo estos muchachos. Rostros de tránsito, que apenas están abandonando las crisálidas de sus juegos para jugar el juego de la vida, y de repente se encuentran sin alas conque ir a jugar ese juego. Nombres e historias en un laberinto, que conduce siempre a la tristeza.

Andrés quien pertenece al espectro autista, es huérfano de padre y madre, y lo amenaza una orfandad de país. Miguel, cuando a la esbirra se le rompe las uñas, en el momento que lo esta golpeando, le dice que su madre es manicurista, para que deje de golpearlo. Orlando le pide a su madre que no lo abrace porque lo han golpeado mucho y le duele todo el cuerpo. Milena, a quien el verdugo que la custodiaba le ofreció dejarla libre si ella se acostaba con él, le dice a su madre que quiere dormir para siempre. En un audio, se escucha la voz de Abraham, gritándole desde la celda a su madre, que lo están golpeando. A Octavio, su abuela le ha llevado una oración, para que la repita siempre: «Jesús Misericordioso, en ti confío».

¿Sera en el mar de la desolación donde irán a desembocar las lagrimas de esas madres, que lloran la suerte de sus hijos, de estar en un país donde la ambición, de una cúpula política por querer perpetuarse en el poder, los lleva a calificar de terrorismo a sus deseos de vivir con dignidad?

*Lea también: Las vidas que dejaron atrás los adolescentes detenidos

«Tu eres el arco del cual tus hijos, cómo flechas vivas, son lanzadas. Deja que la inclinación de tu mano de arquero sea para la felicidad», escribió el poeta libanes Khalil Gibran.

Un fracasado proyecto político se empecina en convertir a Venezuela, en un país de arcos adoloridos y flechas rotas.

Las madres, de esos niños y adolescentes detenidos, se reúnen y se organizan para darse fuerza entre ellas y para tratar de ayudar a sus hijos, de la mejor manera posible. De sus gargantas, cuando salen a manifestar por las calles de las ciudades, surge un coro de voces que grita a los cuatro vientos: «Ni terroristas, ni delincuentes, nuestros hijos son inocentes».

Carlos Alberto Monsalve es profesor en la Universidad Central de Venezuela

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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